Prevista para 1848 su presentación en público, como pianista, los acontecimientos políticos que ensangrentaron el país forzaron a demorarla, pero, a poco, realizó una gira con el violinista Reményi en la que conoció a Joachim, quien en 1853 le animó para que se trasladase a Düsseldorf, donde a la sazón vivía Schumann. Tímidamente acude Brahms junto al enfermo maestro, para solicitar un juicio sobre algunas de sus composiciones juveniles. Schumann no tarda en dar su respuesta publicando un artículo en la "Gaceta musical", en el que afirma que "un nuevo astro aparece en el firmamento musical; con él corre nueva savia por la música; su cuna fue velada por los Héroes y las Gracias".
Esta presentación de aquella preeminente autoridad abre las puertas de¡ éxito al joven Brahms el cual publica, con feliz acogida, sus tres primeras "Sonatas", un "Scherzo", varias "Melodías" y el famoso "Trío" en si mayor (op. 8), obras que denotan una
clara influencia de Beethoven y Schumann. A estas composiciones seguirán una serie de "Variaciones sobre un tema de Schumann" (op. 9) y las "Cuatro Baladas" (op. 10), publicadas en 1856. Desde 1850 actuó varios años como director de la orquesta de¡ príncipe Lippen en la corte de Detmold, dedicándose activamente al estudio de los clásicos y, en especial, de Bach y Haydn. En los años 1860 y 1862 vuelve a producir algunas composiciones, figurando entre ellas sus dos "Serenatas" para orquesta y los dos "Sextetos" de cuerda.En 1863 se traslada a Viena, donde actúa como pianista y dirige la Academia de Canto y los conciertos de la Asociación de Amigos de la Música. La actividad allí desarrollada es intensa; se esfuerza en popularizar las grandes creaciones de los polifonistas de los siglos XV y XVI, presenta con devota insistencia páginas de Bach, Beethoven y Schumann, a la vez que cultiva y ofrece la música propia. Su esfuerzo tiende, ante todo, a contrarrestar la tendencia neogermánica, representada por Wagner y Liszt, levantando la bandera del clasicismo.
En 1864, deja la capital austríaca y en incesante peregrinar por tierras germánicas, medita y compone en lugares retirados, hasta que retorna a Viena en 1868, llevando consigo una gran obra que había de incrementar su fama: el "Réquiem alemán", iniciado en 1865, al morir su madre. De 1872 a 1874, dirige los conciertos de la Sociedad de Amigos de la Música, tarea que abandonó después para consagrarse por entero a la composición. Se abre entonces un nuevo periodo, de¡ que nacerán sus cuatro famosas sinfonías (1876 a 1885) y numerosas obras pianísticas, de cámara y vocales que representan un verdadero monumento de la música alemana de] siglo XIX. Los últimos años de existencia pacífica, fueron a la vez los de la glorificación de Brahms: universidades, entidades musicales y academias artísticas le colmaron de laureles y nombramientos. A su muerte, Viena le reservó un puesto de honor junto a las tumbas de Beethoven y Schubert.
En 1906 se fundó en Berlín la Asociación Brahms, con objeto de propagar su obra. El arte musical de Brahms se caracteriza por su majestad, lozanía y honradez, aliada a un perfecto dominio de la técnica y se define por haber amalgamado el pensamiento romántico con la expresión clásica.
legado de Beethoven, pero no lo conseguirán.
Tres grandes figuras brillan simultáneamente en los países germánicos: Wagner, Bruckner y Brahms, alrededor de los cuales se suscitará una pugna, agriamente sostenida por sus respectivos secuaces. Wagner, con su recia y original personalidad, caminará por propios derroteros y creará un lenguaje propio e inconfundible; los dos últimos intentarán hacer suyo, en un último esfuerzo postclasicista, el legado de Beethoven, pero no lo conseguirán.
Fuerza es reconocer que más cerca de lograrlo estuvo Bruckner que Brahms. Sobre éste pesa la influencia de los románticos y particularmente de Schumann; y si presenta una admirable perfección de forma, falta en su obra el encendido aliento del artista genial. El tono velado y solemne, ausente pasión, que adopta, nos recuerda al hijo del brumoso Hamburgo; su música semeja una añoranza de la patria lejana.
Con Brahms se inicia una etapa de transición que, con Ricardo Strauss, desembocará en vías de modernidad
legado de Beethoven, pero no lo conseguirán.
Tres grandes figuras brillan simultáneamente en los países germánicos: Wagner, Bruckner y Brahms, alrededor de los cuales se suscitará una pugna, agriamente sostenida por sus respectivos secuaces. Wagner, con su recia y original personalidad, caminará por propios derroteros y creará un lenguaje propio e inconfundible; los dos últimos intentarán hacer suyo, en un último esfuerzo postclasicista, el legado de Beethoven, pero no lo conseguirán.
Fuerza es reconocer que más cerca de lograrlo estuvo Bruckner que Brahms. Sobre éste pesa la influencia de los románticos y particularmente de Schumann; y si presenta una admirable perfección de forma, falta en su obra el encendido aliento del artista genial. El tono velado y solemne, ausente pasión, que adopta, nos recuerda al hijo del brumoso Hamburgo; su música semeja una añoranza de la patria lejana.
Con Brahms se inicia una etapa de transición que, con Ricardo Strauss, desembocará en vías de modernidad
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