domingo, 23 de abril de 2017

Beethoven/Sinfonia núm.3 "heróica"DR.ATAULFO ARGENTA. Orquesta Nacional de España

Hace unos días me dispuse a navegar  por internet para encontrar toda la información que pudiera sobre ATAULFO ARGENTA.
Cómo muchos de vosotros no conoceréis a uno de los más grandes directores que ha tenido España nunca, y uno de los cinco mejores directores del mundo, me apetece publicar la Tercera Sinfonia de Beethoven "heróica", dirigida por él al frente de la orquesta de la que era titular, la ONE, Orquesta Nacional de España. 
 La grabación la encontré en la página de un melómano andaluz, que posee la generosidad de ofrecernos unas grabaciones históricas, maravillosas. No quiero deciros demasiadas cosas sobre Ataulfo Argenta, sólo que si en vez de vivir en España, vivieramos en un país culturalmente "normal" ninguno
 de vosotros ( me refiero a lo jóvenes) ignoraría quien fue este genial director español. Es triste pero es así. Por eso para que conozcáis a Ataulfo, os dejo su biografía escrita por su hijo, el que fue presentador del programa que emitía la dos de TVE, El Conciertazo y que desgracidamente falleció hace aproximadamente unos dos años. Leerla con detenimiento, porque víctima de las envidias y de las mentiras mal intencionadas, de Ataulfo Argenta se han escrito muchos infundios.
Para finalizar pediros un favor. Hablad de Ataulfo Argenta, a vuestros amigos, a vuestros familiares a todo aquel que tenga una pizca de afición a la música. Difundid su nombre y su obra, con ello haréis un gran favor a su nombre y a la música.  
(Grabación año +-,1944)
 Biografía.
La vida de Ataúlfo Argenta fue una carrera de obstáculos, una continua lucha contra numerosísimas dificultades, lucha que él llevó siempre adelante con un ánimo optimista y una gran fe en sus posibilidades, lo que unido al continuo apoyo que tuvo por parte de su mujer, le hizo vencer uno a uno todos esos escollos.
En principio la dificultad estribó en la falta de medios, que su padre, Jefe de Estación de la ciudad de Castro Urdiales en Cantabria le ayudó a superar, sacrificándose él y toda la familia al trasladarse a Madrid en busca de una mejor preparación para su hijo.
Cuando parecía superada esa primera prueba, su querido padre muere, dejándole a sus diecisiete años prácticamente como responsable del mantenimiento económico de su familia.
El destino parecía truncarse, porque incapaz de ganar el suficiente dinero tocando el piano en bares y bailongos y estudiando al mismo tiempo, Ataúlfo se ve obligado a abandonar sus estudios y a trabajar en una oficina de los Ferrocarriles del Estado. Gracias al apoyo de su entonces novia, Juanita Pallares, no se desvía de su camino, y dejando la oficina, con esfuerzo y sacrificio continúa sus estudios que acaba con gran éxito perfeccionándolos y ampliándolos en Bélgica.
De nuevo todo parece sonreírle y a sus veintidós años toca aquí y allí, acompaña a grandes cantantes como Miguel Fleta, y es maestro interno de la temporada de ópera de Madrid.
Pero otra vez el destino vuelve a actuar e, inesperadamente, Argenta se encuentra enrolado en un Regimiento de Comunicaciones del bando nacional en plena Guerra Civil española. Durante la guerra es encarcelado, está a punto de ser fusilado por el mismo ejército al que pertenecía pesando sobre él la acusación de espionaje. Le salvó la campana al demostrarse, en el último momento, que la acusación era falsa.
No obstante, el destino está a punto de vencer nuevamente al enfermar Argenta gravemente de tifus, pero al final supera esa enfermedad y continúa estudiando y tocando allá donde encuentra un piano, a veces completamente desvencijado y en una casa semiderruída por las bombas.
La guerra termina pero no los problemas. El panorama es desolador, y más para un pianista. Argenta se encuentra en la miseria. Se ha casado con Juanita en Segovia, durante la guerra, y ella le alienta y anima constantemente. Nace su segundo hijo y él se ve obligado a dar un concierto en Oviedo al día siguiente. Es una gran oportunidad para alguien que no quiere dejar la música clásica y vivir nada más que de la de baile. En el descanso del concierto le llega la noticia de que ese hijo ha muerto, y Argenta sale a tocar las “Escenas infantiles” de Schumann con lágrimas en los ojos.
Continúan las dificultades y continúan los esfuerzos del joven músico por salvarlas. Una nueva oportunidad llega (con el apoyo del gran pianista alemán Winfried Wolf) para perfeccionar su técnica en Alemania. Aquello significa una esperanza, pero significa también el sacrificio de la separación de su mujer y sus dos hijas, máxime cuando ellas se quedan sin dinero en un Madrid pobre y destrozado por la guerra.
Estamos en mayo del año 1941 y Argenta comienza su aventura alemana estudiando en el Conservatorio de Kassel, donde llega pronto a ser Profesor y luego Catedrático, dando recitales donde puede y adquiriendo un prestigio ganado a pulso. Cuando todo parece sonreírle y su mujer y sus dos hijas por fin se reúnen con él en Alemania, la virulencia que alcanza la Segunda Guerra Mundial y el peligro que corren en Alemania le obliga a volver con su familia a España a finales de 1943.
La vuelta es rocambolesca, y por un bombardeo, se ve separado de Juanita y de sus hijas mientras da su último concierto en Frankfurt. El tren sale con ellas sin que Ataúlfo haya podido llegar, y las tres, sin saber nada de él, viven de la caridad durante un par de días en la estación de París, hasta que de otro tren se baja Argenta, todavía vestido con el frac del concierto, y se las encuentra en el andén con la consiguiente alegría y emoción.
El gran obstáculo de las dos guerras ha sido salvado y Argenta comienza de nuevo en la España de la posguerra su carrera, una carrera que está tentado otra vez a abandonar por las dificultades económicas. En el año 45 tiene tan solo treinta y dos años, mujer y cuatro hijos, y pocos a su edad han vivido lo que él.
Gana por oposición la plaza de pianista de la Orquesta Nacional de España y, al mismo tiempo, crea la Orquesta de Radio Nacional con la que inicia su carrera como director de orquesta, asombrando a todos desde el principio por sus increíbles dotes. Esa pequeña pero espléndida Orquesta trabaja para la Radio casi a diario, dando multitud de conciertos en un año, aunque al final se disuelve al negarse Argenta a colaborar en una depuración política de los miembros de la orquesta. De todas formas la experiencia que ha adquirido como director ya es muy valiosa.
Gracias al apoyo del Marqués de Bolarque logra crear entonces la Orquesta de Cámara de Madrid, con la que continúa su carrera directoral dando conciertos por toda España.
En 1947 es nombrado director titular de la Orquesta Nacional de España y al año siguiente hace su debut internacional al frente de la Sinfónica de Londres, con José Iturbi al piano y ante más de diez mil enfervorizados espectadores.
En tan sólo diez años logra ser uno de los más prestigiosos directores y sin necesidad de dirigir en los Estados Unidos de América. Es considerado junto a Karajan, Celibidache o Bernstein uno de los grandes de la dirección, llamados a suceder a los Toscanini, Furtwaengler o Beecham. El todavía joven Argenta es un ídolo en ciudades como París, Ginebra o Viena, y no hay orquesta europea, por importante que sea, que no conozca su batuta.
Pero al contrario de lo que pudiera parecer, tampoco esos diez años estuvieron exentos de adversidades, como pudieron ser el ataque feroz de una tuberculosis intestinal que le retiró del podium durante seis meses y le acercó a la muerte; o el no menos feroz ataque de unos cuantos personajes de la época, acusándole de “rojo” por sus declaraciones a un periódico al hablar del atraso que sufría el mundo de la composición en España debido a nuestro aislamiento internacional.
Argenta supera ese disgusto que le hizo pensar seriamente en el exilio, y supera también su enfermedad. Se encuentra mejor que nunca y ve como el futuro le sonríe. Le llueven las ofertas, como por ejemplo una gira por los Estados Unidos de América con la orquesta de la Suisse Romande, que le había ofrecido la titularidad; o grabaciones sinfónicas que no llegó a realizar, como las cuatro Sinfonías de Brahms con la Filarmónica de Viena, o las de Beethoven con la Filarmónica de Israel. El destino, seguramente no sabiendo ya qué hacer para evitar su éxito, termina con él de una manera estúpida.
En una nevada noche del 21 de enero de 1958, Argenta arranca su coche en el pequeño garaje de su chalet de Los Molinos, en la sierra madrileña, y al abrir descuidadamente al mismo tiempo la calefacción, ésta introdujo en el interior del vehículo el monóxido de carbono producido por el motor, de manera que, en pocos segundos, el destino logró lo que no había logrado por otros mil medios a lo largo de esos cuarenta y cuatro años de vida de uno de los más grandes genios de la dirección del siglo XX, de uno de los directores más preparados y atractivos tanto física como emocionalmente, y de personalidad más arrebatadora, que ha dado la historia de la música, capaz de dirigir de la manera más brillante lo mismo un género tan español como la Zarzuela, que la música de Brahms, Schumann, Stravinsky o Schoemberg.

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