viernes, 23 de febrero de 2018

Españoles en las mejores orquestas del mundo

Buceando por internet, encontré un artículo editado en La verdad, Murcia, que considero interesante en muchos aspectos.
Cómo habréis leído en el encabezamiento, trata de algunos músicos españoles, que forman parte de las plantillas de orquestas europeas de primer nivel.
No son los únicos que han "emigrado" a orquestas europeas. Yo no considero que estos músicos han "emigrado" por falta de  trabajo en España, pues cualquiera de ellos podría estar trabajando en nuestro país, y por supuesto, en mi caso, si hubiera tenido el talento y la  oportunidad de tocar en cualquiera de estas orquestas no me lo hubiera pensado ni un minuto.
Hablan de su trabajo y algo muy importante ( no sólo de música vive el  hombre) de los sueldos que cobran.
Muy ilustrativo el caso de Pascual Martínez Forteza, que siendo el que más cobra, 12.000 $ dólares al mes, habla de sus gastos y de su trabajo por la tarde para poder vivir holgadamente.
Bueno os dejo el artículo, y estoy seguro que pasaréis  un rato entretenidos leyéndolo.
Feliz día

Son la flor y nata de los conservatorios de España. Han perfeccionado su formación lo mismo en Alemania y Reino Unido que en Estados Unidos. De haberse quedado en España sus salarios oscilarían entre los 24.061 euros anuales (salario base bruto) que perciben los solistas de la Sinfónica de Extremadura y los 51.109 que cobran -tras el ERE vigente hasta diciembre que les reduce en un 8% el sueldo- en la Orquesta del Palau de les Arts de Valencia.
A pesar de los escollos del IVA cultural y los recortes, en nuestro país se mantienen a flote -con más o menos poderío según los casos- nada menos que 26 conjuntos sinfónicos. ¿Muchos? ¿Pocos? En Suiza hay 40, Polonia tiene 72 y Alemania presume de 131 orquestas. La vida bulle más allá de nuestras fronteras. Se calcula que hay cerca de 100 profesionales españoles diseminados por sinfónicas de medio mundo, desde China a Finlandia y Armenia. Aquí se recoge el testimonio de cinco valientes que apostaron por las mejores. Trabajan a las órdenes de colosos de la batuta como Valery Gergiev, Simon Rattle, Daniel Baremboin, Gustavo Dudamel, Nikolaus Harnoncourt... Han tocado techo y se aferran a un atril ganado a fuerza de tesón, sacrificios y mucho, mucho talento. ¿Que cuánto cobran? Entre 3.400 euros como sueldo base al mes (Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam) y 3.000 dólares 'limpios' a la semana, es decir, 12.000 mensuales (Filarmónica de Nueva York).
Joaquín Riquelme Viola en la Orquesta Filarmónica de Berlín
Un par de ladridos en la Filarmónica de Berlín
Juega como delantero en el equipo de fútbol de la Filarmónica de Berlín. «Aunque no lo parezca, no sólo me gusta la cocina, también me encanta el deporte», asegura el murciano Joaquín Riquelme, viola desde 2010 en -muy probablemente- la mejor orquesta del mundo. Competitivos como pocos, saben hacer morder el polvo a los rivales en los partidos. «En el campeonato de las orquestas profesionales de Berlín (hay siete), hemos conseguido que se nos mire con miedo. En cinco años hemos ganado en dos ocasiones y otra vez fuimos finalistas porque perdimos por penaltis». El suyo es un grupo compacto, sin fisuras y «con mucha testosterona». Así lo piensa y así lo siente este murciano de 32 años, nacido en la capital, infatigable y guasón a partes iguales.
En la Filarmónica de Berlín hay 20 mujeres, pero se impone el sonido potente, grave y arrollador. «También influye la sala. El auditorio de la Philharmonie en Berlín tiene una acústica fantástica pero hay que 'rascar' mucho para que se oiga bien... No es como el Concertgebouw de Ámsterdam, donde se escucha todo por muy suavecito y bajito que toques... Ja, ja, el espacio del Concertgebouw tiene un talante 'femenino', ideal para el repertorio francés».
Este chicarrón prefiere imponerse. A ladrido limpio si es preciso. El pasado verano, en el escenario campestre de la Waldbühne, a las afueras de Berlín, no tuvo inconveniente en pegar un par de aullidos en pleno concierto de la Filarmónica de Berlín. La velada exigía una 'performance' canina y hete aquí que el joven murciano fue el único que recibió el visto bueno de Simon Rattle, director titular de la orquesta. Necesitaban a un músico que se prestara a poner el contrapunto hilarante durante la ejecución de la banda sonora de 'Tom y Jerry'. La reacción del público estuvo a la altura del desparpajo perruno. Aplaudieron a rabiar. «Reconozco que el 'guau, guau' me salió bien. Tengo fama de payaso y, oye, no voy a cambiar. Aquí todos nos aceptamos tal y como somos. Nadie mira por encima del hombro a nadie. No somos niñatos repelentes».
Los músicos tienen una media de edad de 45 años -hay un trompetista de 20-y se apuntan a un bombardeo. Lo mismo acuden a las guarderías para regalar instrumentos de juguete que se enfundan el mono de periodista y hacen entrevistas -para la web Digital Concert Hall- a los solistas o directores invitados de la Filarmónica de Berlín. «Hay que innovar y batallar. Y lo mejor de todo es que tenemos mucho poder de decisión. Nosotros elegimos a nuestro director y también participamos en la selección de los nuevos compañeros. Todo eso nos hace sentirnos muy queridos dentro del grupo. Tenemos una plaza porque los colegas nos han elegido. Eso es importante. Forma parte de nuestras señas de identidad».
- ¿Cuánto cobra?
- Nadie está aquí por dinero. El lujo son las oportunidades profesionales, ¡trabajar con los más grandes! Gente como los directores Simon Rattle, Valery Gergiev, Daniel Baremboin...
- Perdone que insista.
- A ver, no soy solista en la orquesta pero gano bien. También te digo otra cosa: en la Orquesta de la Radio de Baviera tienen sueldos más altos (entre 4.500 y 6.500 euros netos al mes). Y es que dependemos de la ciudad de Berlín y, bueno, no es rica. Ahora bien, evidentemente, el Gobierno nos subvenciona y Deutsche Bank también nos apoya.
- ¿Tu pareja se dedica a la música?
- Sí, toca la viola, pero no en la Filarmónica. Es española y la conocí en Berlín. Ya ves, esta ciudad me ha dado suerte, aunque cada vez se está poniendo más cara. Hace diez años encontrabas en el centro un piso de 90 metros cuadrados por 70.000 euros. Ahora te sale por 200.000. Eso sí, las autoridades van a poner freno a la burbuja. ¡Que esto es Alemania!
Miriam Pastor Corno inglés en la Orquesta Real del Concertgebouw
El chollo de las tardes libres y tocar muy poco
«Dentro de las orquestas de élite, somos los que menos trabajamos porque, entre otras cosas, tenemos las tardes libres. Algo impensable, por ejemplo, en la Filarmónica de Berlín o en la Sinfónica de Londres», revela Miriam Pastor Burgos, miembro de la Orquesta Real del Concertgebouw de Ámsterdam desde 2012.
Tiene 28 años y es de Cartagena. Tenaz y luchadora, se ha hecho un hueco como solista de corno inglés en las filas de la eterna rival de las Filarmónicas de Berlín y Viena en la disputa por el liderazgo del top 10 sinfónico mundial. Dicho esto, nadie se plantea en Holanda apretar las tuercas a la Orquesta Real del Concertgebouw para superar la calidad de los alemanes. La tradición es la tradición y eso incluye los derechos laborales. «Por si no bastara, también te digo que tocar el corno inglés es un chollo». Efectivamente, interviene en muy pocos conciertos y cobra lo mismo que los demás.
Ha elegido un instrumento muy poco habitual en el repertorio anterior al Romanticismo. «Ni se nos ve el pelo en las obras de Mozart o la integral de Beethoven... Y tampoco nos prodigamos en las de Brahms o Bruckner...», explica la joven murciana, que empezó como oboísta pero no tardó en descubrir «la magia» del corno inglés de la mano de uno de sus profesores y mentores, Dominik Wollenweber, virtuoso de la Filarmónica de Berlín y padre de seis hijos. Un fenómeno. «Un hombre encantador y genial. No he abandonado el oboe pero el corno inglés me atrapó. Hasta conocer a Dominik nunca imaginé que pudiera sonar así». Sin agobios ni presiones ha sabido cambiar de rumbo, con elegancia y una sonrisa. No le cuesta trabajar en equipo, al contrario.
Consiguió plaza en la Orquesta Real del Concertgebouw al prejubilarse su antecesora, de 60 años, por una lesión de cadera. «Se la rompió y quedó bien pero no lo suficiente. En nuestra especialidad no podemos permitirnos dolencias en el tronco o la cadera. La espalda tiene que estar fuerte. En mi caso, la máquina de remo y la bicicleta elíptica me ayudan bastante. Hay que llegar hasta el final de la carrera en buena forma».
Tiene un sueldo base de 3.400 euros -al que deben sumarse varios pluses- y la garantía de permanencia por un período de cuatro décadas. Conclusión: muy bien se podría jubilar a los 65 años en una ciudad donde tiene un montón de amigos, casa y una calidad de vida envidiable. «No sé, ya veremos. Mi novio, Javier Azanza, vive en Donosti. Ha conseguido plaza como timbalista en la Sinfónica de Euskadi y es una locura. En cuanto puedo, cojo el avión y me planto en dos horas en Bilbao. Y luego, una horita en autobús».
De un tiempo a esta parte, su vida personal es importante. Ya no está dispuesta a sacrificar el mes y medio de vacaciones que tiene en verano. «Es normal que las orquestas locales te inviten y, claro, hace ilusión actuar en tu tierra. Pero, no, no, ahora les digo que no». Forjada en la Academia Karajan de Berlín y ferviente admiradora de Claudio Abbado -«el mejor director que he conocido»-, solo busca seguir aportando su granito de arena. «Yo crecí en la tradición de las bandas de pueblo, típicas de Murcia. Siempre quise tocar rodeada de gente».
Ramón Ortega Quero Oboe en la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera
Un bebé llamado Daniel en honor a Barenboim
Su mujer es Tamar Inbar, una prestigiosa oboista de origen israelí. Se conocieron en la West-Eastern Divan Orchestra, a las órdenes de Daniel Barenboim, cuando ambos tenían menos de 20 años. «Allí estuvimos hasta 2008 y fue una experiencia magnífica. Barenboim es una figura digna de admiración: pianista, director y un ciudadano muy comprometido políticamente. Su lucha por la concordia entre israelíes y palestinos siempre le da problemas, pero ahí sigue, fiel a lo que considera justo», celebra Ramón Ortega Quero, oboísta principal en la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, con sede en Múnich.
Es granadino pero siempre le ha tirado el mundo germano. De niño ya fantaseaba con hacerse un hueco en la Filarmónica de Viena y así lo expresaba en las entrevistas que concedía a la prensa. Con apenas 12 años tocaba en la Joven Orquesta de Andalucía y acariciaba pretensiones de gran estrella. Por fortuna, no tardó en pasársele la tontería... «En aquella época no tenía ni idea. ¡Filarmónica de Viena! Un poco difícil, je, je... Es territorio vetado para nosotros. Ahí se toca el 'oboe vienés' que tiene unas particularidades (de forma y sonido) distintas al 'oboe francés', el que tocamos en las demás orquestas. Nada, nada, yo era un crío que hablaba sin saber».
En la actualidad, con 27 años, hace gala de «más aplomo y seguridad que nunca». A pesar de las pocas horas de sueño. Tiene un bebé de nueve meses -«con un oído finísimo»- que berrea en cuanto algo le suena mal. El niño se llama Daniel en honor de Barenboim y está claro que no tardará en empezar a aprender solfeo. Continuará así la saga, porque ya los abuelos eran profesores de música. Ahora bien, el talento se disparó al salir a escena Ramón Ortega. A los 19 años, dejó patidifuso al jurado del Concurso Internacional de Música ARD, en Múnich. Hacía tiempo que no escuchaban a Mozart y Richard Strauss «tan limpios de polvo y paja». Así lo reseñó la crítica especializada en la prensa. Ganó el primer premio y se le abrieron las puertas de los auditorios de Alemania.
En 2008, un año después, pasó a formar parte de la Sinfónica de la Radio de Baviera. «No me importaría jubilarme aquí. Trabajamos para una empresa pública a la que le va bien. Vivimos con tranquilidad. También tenemos un sello discográfico propio». Los músicos cobran entre 4.500 y 6.500 euros netos -«yo estoy en un término medio»- y les sobra tiempo libre. Él ha podido labrarse una prestigiosa carrera en solitario, con discos premiados en Alemania. El último 'Oboe sonatas' (sello Berlin Classics), cuenta con la colaboración de su mujer y se puede escuchar en Spotify. «Es mi favorito. Se acerca más a lo que siento ahora. La vida es evolución. Hay que crecer en todos los sentidos».
Lander Echevarría Viola en la Orquesta Sinfónica de Londres
Polideportivo de Las Llanas, esa gran sala de conciertos
Lander Echevarría (Portugalete, 37 años) se enamoró de la música clásica en el polideportivo de Las Llanas de Sestao. Allí aterrizó la Sinfónica de Euskadi en una de sus frecuentes minigiras por los pueblos. Corría el mes de junio de 1986 y el pequeño Lander tenía siete años. Fue de la mano de Ana, su madre, y quedó prendado «de unos 'trozos de madera' que sonaban de maravilla». Se volvió loco con la música de Rossini, Beethoven, Roussel y Arámbarri.
«A partir de esa noche tuve clarísimo que yo quería dedicarme a la música. Y no parar, no parar...». Dicho y hecho. Se matriculó en el Conservatorio de Bilbao, empezó a estudiar violín y concluyó la carrera musical con apenas 17 años. Tenía una ilusión que no le cabía en el pecho, así que se marchó a Oviedo para recibir clases particulares de un músico de 'Los Virtuosos de Moscú', el famoso grupo de cámara fundado por Vladimir Spivakov que había echado raíces en Asturias. Todo iba rodado hasta que recibió el golpe más duro de su vida: la muerte de su madre.
«Me dio tiempo a tranquilizarla. Era una enamorada de la música clásica pero le daba miedo mi futuro». Incluso en esos momentos solo le importaba el porvenir de su hijo, que no tardaría en viajar a Londres y Ámsterdam -«sin saber inglés y con lo puesto»- para perfeccionarse y terminar apostando por la viola. «Es un instrumento que actúa de apoyo para los violines y chelos. Tiene un papel imprescindible pero no protagonista. Eso me gusta». Fogueado en el Cuarteto Quiroga -que fundó con un grupo de amigos-, lleva siete años como viola en la Sinfónica de Londres, la mejor de Reino Unido. «Es privada y todos somos autónomos. Tanto tocas, tanto ganas. Si trabajas el máximo posible, percibes unos 4.000 euros netos al mes. Además, tenemos pluses importantes, como cuando grabamos bandas sonoras. También son muy gratificantes -a nivel humano- los programas para niños con discapacidades o en riesgo de exclusión. Las ayudas del Gobierno van encaminadas a ese tipo de actividades».
Lander disfruta del momento y la música. No hay tiempo para más. «Metemos horas y horas. Hay que ser rentables y llenar auditorios. En el último mes, hemos pasado por Rumanía, Japón, Francia, Luxemburgo, Austria... Nos hemos pegado tres semanas trabajando sin parar. Ni un solo día libre».
- ¿Qué estáis preparando ahora?
- Pues, mira, la semana que viene tocamos en Nueva York donde daremos el último concierto con Valery Gergiev como titular de la orquesta.
- ¿Y? Es un hombre muy intenso...
- Aaaah, si le vieras cómo dirige ahora. Está en 'modo Gergiev al cubo'. Cada noche, es como si fuera a tirarse de un piso más alto haciendo una triple voltereta mortal. ¡Tremendo! Y nosotros, teniendo que cogerlo al vuelo. Tocamos con los ojos más abiertos que un búho y somos todo oídos. Una maravilla.
Pero no todo es coser y cantar. Tiene que pagar un peaje muy elevado para seguir en la brecha. Rompió con su novio alemán, que es arquitecto y ahora vive en Berlín. «Es imposible abarcarlo todo. También tuve pareja en Bilbao y era una locura. No me daba la vida. Las relaciones personales se resienten, no lo voy a negar. Aunque tengo una colega en la orquesta que tiene marido y cinco hijos... No sé cómo lo hace».
Pascual Martínez Forteza Clarinete en la Filarmónica de Nueva York
De los infantiles del Real Club Mallorca al barrio de Harlem
No le dolían los balonazos en la boca ni los pisotones en las manos. Apenas dio un respingo al pegarse un tajo en la lengua -«sangraba mucho»- con los dientes. Tenía 13 años y era un tipo duro. Jugaba de portero en los infantiles del Real Mallorca y, por supuesto, también estudiaba música. Hijo y nieto de clarinetistas -que se llamaban Pascual Martínez-, no le suponía ningún trauma seguir con la tradición familiar: «Yo estaba encantado con mi nombre y me atraía mucho la música». Tanto o más que el fútbol.
Al final, terminó ganando la partida el conservatorio. «Hago poco deporte, la verdad. Me limito a la natación para ponerme en forma», advierte Pascual Martínez Forteza en conversación telefónica desde Nueva York, tras dejar a las niñas en el colegio. Tiene 43 años y lleva quince en la Filarmónica de Nueva York en la categoría de segundo clarinetista. Es el primer y único español con plaza en una orquesta fundada en 1842 -como la Filarmónica de Viena- que ha visto desfilar a mitos de la batuta: Mahler, Toscanini, Bernstein... «Ni se me pasa por la cabeza volver a España. Y menos ahora, cuando la lejanía se hace tan llevadera. ¡Yo hablo y veo a mi madre todos los días gracias a Skype!».
Vive en el barrio de Harlem, con su mujer, la pianista Gema Nieto, dos crías y el pequeño Hugo. «Mi mujer no quería que le pusiéramos Pascual, je, je». Una vez más, disfruta rompiendo esquemas. Se deja llevar a donde le dicta el instinto, por eso a mediados de la década de los 90 se marchó a la Universidad del Sur de California tras los pasos del profesor de violín Yehuda Gilad. Tenía plaza en la Sinfónica de Baleares pero necesitaba aires nuevos. «Quería salir, no me importaba dónde. Pedí un par de años de excedencia y, luego, una cosa llevó a la otra... Conseguí plaza en la Sinfónica de Cincinnati y, al cabo de tres años, postulé a la Filarmónica de Nueva York».
Su orquesta es privada, como la London Symphony Orchestra, y también les aprieta las tuercas. «Nosotros tocamos el mismo concierto cuatro veces a la semana, mientras que en la Filarmónica Berlín lo hacen en tres ocasiones. Y aparte, tenemos funciones para niños, conciertos de cámara y... lo que se tercie».
- ¿Cuánto cobras?
- Me ingresan 3.000 dólares a la semana, o sea, 12.000 al mes.
- Vaaaaaya.
- Ya, ya, pero Nueva York es carísimo. El alquiler en Harlem me cuesta 4.000 al mes. Y los colegios de las niñas, 2.000 por cabeza. Menos mal que doy clases en la Universidad de Nueva York para redondear. Pero feliz, eh. Esto es un sueño hecho realidad.



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