Comparto con todos vosotros un interesante artículo de Vicente Pastor García, Doctor en Música y profesor de clarinete del Conservatorio Superior de Valencia.
No es el primero ni será el último, pues D.Vicente sabe mucho de la historia de nuestro instrumento además de conocer el clarinete acústicamente como pocos.
Os dejo el enlace a su página web que os recomiendo visitéis y que podéis hacerlo clicando AQUI
Gracias por visitar el blog y feliz día.
El nacimiento del clarinete: ¿descubrimiento o casualidad?
Nuremberg,
2 de marzo de 1693. El día amanecía tímidamente. Como todas las mañanas
Johann Christoph Denner había desayunado frugalmente y se disponía a
comenzar su jornada de trabajo en su modesto taller de instrumentos de
viento-madera. La mañana era especialmente fría como correspondía a esas
fechas del año. Los primeros rayos de sol penetraban por el maltrecho
ventanal de la estancia e iluminaban tenuemente su mesa de trabajo.
Sobre esta, yacían varias herramientas rudimentarias, piezas de madera
de boj y varios prototipos de instrumentos, entre ellos, varios tipos de
flautas de pico y algunos oboes de dos llaves, además de otros
especímenes. Apoyados sobre la mesa algunos ejempares de fagotes
–dulcian- esperaban su turno para ser reparados. Esa mañana su hijo
Jacob Denner de 12 años le acompañaba como otras muchas jornadas. Desde
muy pequeño Jacob pasaba varias horas en el taller de su padre jugando
con los instrumentos que fabricaba su padre y a muy temprana edad ya
sabía tocar la flauta de pico y el oboe. Esa mañana su padre Johann
retomó su trabajo donde lo había dejado el día anterior. Llevaba varios
días experimentando con un instrumento de lengüeta simple denominado chalumeau
que había desarrollado a partir de la flauta de pico barroca. El
instrumento disponía de seis orificios frontales y dos llaves
diametralmente opuestas, una para el dedo índice de la mano izquierda
que daba el La3 y otra para ser usada por el pulgar de la misma mano que
producía el Si3 pulsada simultáneamente con la otra. Su extensión
abarcaba desde el Fa2 al Si3. Este ámbito tonal podía incrementarse con
tonos suplementarios variando la posición de los labios y utilizando
digitaciones cruzadas. Johann lo fabricaba en cuatro tamaños: soprano,
alto, tenor y bajo. Sus investigaciones se dirigían a ampliar el rango
tonal del instrumento y mejorar su calidad tonal, de manera que una y
otra vez solía experimentar con la ubicación y el diámetro de los
orificios, así como el taladro del tubo. La primera llave del nuevo
instrumento producía un La3 alto, pero con el uso simultáneo de la
segunda llave era posible bajar su afinación reduciendo el diámetro del
orificio que obturaba. Sin embrago, Johann no se daba por satisfecho e
insistía ahora en modificar la ubicación y el diámetro de ese orificio.
La mañana había discurrido de forma rutinaria como otras muchas. Era ya
la hora del receso, pero Johann insistió en hacer una última prueba en
su prototipo. Modificó de nuevo la ubicación y el diámetro del orificio
trasero y se dispuso a probar el instrumento para ver el resultado. Lo
que escuchó a continuación fue algo que le dejó petrificado. Hijo, mira,
escucha estos sonidos! Johann, muy excitado, asió con sus dos manos el
instrumento, obturó todos los orificios e insufló aire con vehemencia en
la boquilla del instrumento. Comenzó a tocar la escala desde el sonido
más grave levantado los dedos lentamente uno a uno. Los sonidos
afloraban del instrumento no sin ciertos problemas de afinación y
timbre. Su hijo Jacob le observaba con suma atención como si esuviese
esperando una sorpresa. Cuando hubo destapado todos los orificios,
accionó ahora la llave trasera en su nueva ubicación y de nuevo obturó
todos los orificios. Insufló otra vez una bocanada de aire en el
instrumento y comenzó la escala de nuevo mirando fijamente a su hijo al
mismo tiempo. El instrumento era capaz de producir nuevos sonidos agudos
con solo accionar la llave trasera. Era como si su padre estuviese
haciendo un número de magia con el instrumento. Hasta entonces los
instrumentos de viento-madera solo podían producir algunos sonidos
agudos de forma precaria con la ayuda de la embocadura del músico.
Padre, qué has hecho en el instrumento? ¿Por qué estos sonidos suenan a
la doceava? –le espetó Jacob a su padre-. Oh hijo mío, solo he
modificado la ubicación y el orificio trasero y el instrumento ha
comenzado a producir nuevos sonidos parecidos a los de una trompeta.
Debe tratarse de alguna cuestión física. Además, escucha, con ambas
llaves accionadas el instrumento da un Sib3! No es fantástico! Su hijo
Jacob lo miró con atención, agarró el instrumento con sus manos y le
profirió: padre, ha inventado un nuevo instrumento!!
Fig. 1 Taller de instrumentos de Nuremberg, probablemente de J.C. Denner (desde Weigel, 1698)
El relato descrito ilustra, no sin
ciertas dosis de ficción, el punto de partida o nacimiento del
clarinete. Probablemente el hallazgo de Johann sobrevino de forma casual
en el chalumeau, ya que lo que Johann buscaba era ampliar el
registro del instrumento por arriba. Sin embargo, al reducir en exceso
el diámetro del orificio de la llave trasera buscando un Sib3 lo que
encontró fue un orificio de registro que permitía duplicar el rango
tonal del instrumento.
Fig. 2 Chalumeau sin llaves (desde Diderot y d´Alembert, 1751)
Lo que su hijo Jacob vio aquella fría
mañana de invierno de 1693 en el taller de su padre se le quedó grabado
en su memoria y años después fue capaz de desarrollar un nuevo
instrumento a partir de las mejoras aplicadas al chalumeau por
su padre: la reubicación de la llave trasera, más próxima a la boquilla,
la reducción del diámetro del orificio que obturaba y la ampliación de
la sección inferior terminando en una campana. La nueva ubicación de la
llave del pulgar permitió, por un lado, obtener el Sib3 accionada
simultáneamente con la llave frontal, y por otro lado, emitir los
terceros armónicos con más facilidad, seguridad y calidad.
Johann Christian Denner murió el 26 de
abril de 1707 en su casa de Nuremberg. Johann no pudo ver terminado el
nuevo instrumento ya que poco después de su muerte, su hijo Jacob
comenzó a fabricar clarinetes con las nuevas mejoras, como así lo
atesiguan los libros de cuentas del archivo de Nuremberg donde figura un
pedido del Duque de Gronsfeld a Jacob Denner fechado en 1710 que,
además de siete chalumeaux, incluía dos clarinetes. Otro documento en la
Wiesbaden Stadtarchiv también testimonia que en 1710 la abadía de
Erberbach de la región de Rheingau adquirió seis clarinetes de un
fabricante desconocido, probablemente de Jacob Denner. Jacob fabricó
estos primeros clarinetes con madera de boj en tres secciones: una
boquilla amplia con el barrilete integrado; un cuerpo central con las
dos llaves ubicadas de forma no diametralmente opuesta, un orificio para
el pulgar izquierdo y los seis orificios tonales; una sección inferior
con una campana integrada y un orificio para el dedo meñique que podía
rotarse para poder tocar con cualquiera de las dos manos
indistintamente.
Fig. 3 Clarinete de dos llaves, probablemente de Jacob Denner (desde Diderot y D´Alembert, 1751)
La respuesta científica de la pregunta
de Jacob Denner a su padre en referencia a por qué sonaban los sonidos a
la doceava cuando pulsó la llave de registro permaneció encapsulada en
el tiempo durante unos años hasta que Johann Bernoulli formuló
matemáticamente el comportamiento de los tubos sonoros. Este y otros
hallazgos de J.C. Denner fueron aplicados posteriormente a otros
instrumentos de la familia de las maderas y supusieron un notable avance
en el desarrollo de estos instrumentos que ampliaban así su rango tonal
de forma considerable y mejoraban su calidad tonal. A partir de las
innovaciones de la familia Denner el clarinete adquirió gran
protagonismo y los compositores de la época comenzaron a incluirlo en
sus composiciones a partir de la segunda década del siglo XVIII.
Pero exactamente ¿por qué el chalumeau produjo las doceavas en lugar de las octavas?
El nuevo chalumeau era un claro
representante de los tubos cilíndricos cerrados, es decir, aquellos que
tienen un extremo abierto y otro cerrado herméticamente por la
embocadura del instrumentista. La columna de aire en los tubos sonoros
adquiere diferente formas de resonancia en función de la geometría del
tubo y sus aberturas. J.C. Denner diseñó el nuevo chalumeau con
un tubo cilíndrico, una boquilla de lengüeta simple y dos llaves no
diametralmente opuestas, una de ellas situada estratégica o casualmente
en un tercio de la longitud total del tubo. Las frecuencias de
resonancia del chalumeau -o de cualquier instrumento de viento-madera-
están determinadas por la forma del taladro y por los agujeros, los
cuales se abren y cierran convenientemente para emitir la escala del
instrumento. Por consiguiente, la función de los orificios es dividir la
columna gaseosa en segmentos con frecuencias propias. Sin embargo, si
el diámetro del orificio se reduce en exceso, el agujero podrá funcionar
como orificio tonal determinando la longitud del tubo para dar la
frecuencia deseada, pero también como orificio de registro, produciendo
un nodo de presión en el punto de abertura del tubo y segmentando la
columna de aire en partes alícuotas. En este sentido, Johann comenzó la
escala del instrumento con todos los agujeros cerrados, utilizando la
longitud completa del tubo De esta forma, la columna de aire vibró con
su frecuencia fundamental –con un vientre de presión en el extremo
cerrado y un nodo en el abierto-. Cuando el agujero más bajo se abrió,
el tubo se acortó y la columna de aire vibró con una frecuencia más
alta. Así, mediante la apertura sucesiva desde el agujero más inferior,
la frecuencia se fue incrementando y, por ende, el diapasón. Cuando
todos los agujeros estaban abiertos, la escala se había completado.
Entonces Johann repitió el proceso descrito pero ahora accionó la llave
de registro. La columna de aire vibrante se dividió automáticamente en
tres mitades alícuotas dado que en el punto de abertura del orificio
-situado en la tercera mitad del tubo aproximadamente- se generó un nodo
de presión. En rigor, la apertura del orificio redujo la fuerza de la
resonancia fundamental o primer armónico y liberó una cantidad de aire
en un punto donde esa resonancia tenía una presión máxima, esto es, un
vientre de presión. De esta forma, se perturbó su intensidad y
frecuencia en un punto donde no pudo cooperar con otras resonancias
superiores, inhibiendo la participación de ese armónico en el régimen de
oscilación. En una analogía con la vibración de las cuerdas, piénsese
en la acción del instrumentista de cuerda frotada cuando pulsa
ligeramente una cuerda vibrante. En el punto de contacto del dedo con la
cuerda se genera un nodo de vibración y la cuerda automáticamente se
divide en partes cocientes a la longitud completa de ésta siguiendo el
principio físico-armónico.
Fig. 4 Funcionamiento virtual del orificio de registro en el clarinete
Este hallazgo tuvo consecuencias muy
relevantes para la acústica del instrumento que lo singularizaron para
siempre. A diferencia de la flauta que utilizaba un cilindro abierto y
que por tanto la onda estacionaria resultante proporcionaba un nodo de
presión en cada extremo -presión atmosférica-, el tubo cerrado del
clarinete presentaba una onda estacionaria asimétrica con un vientre de
presión en el extremo cerrado –en la boquilla- y un nodo en el extremo
abierto –la campana o el primer orificio abierto-. Por tanto, su
vibración fundamental no podía subdividirse en mitades pares, sino en
segmentos impares con frecuencias que seguían, por consiguiente, los
números impares de una serie armónica: por ejemplo, 100 Hz, 300 Hz, 500
Hz, etc. Esto significaba que, por un lado, el clarinete solo podía
utilizar frecuencias de resonancia o armónicos impares para obtener sus
notas, y por otro, que su timbre quedaría caracterizado exclusivamente
con estos armónicos, dando un color aterciopelado y un tanto hueco. Sin
embargo, el instrumento también producía ciertos armónicos pares de baja
intensidad generados por el efecto de la lengüeta y las resonancias del
tracto vocal.
La otra consecuencia acústica
relacionada con el uso de un cilindro cerrado tuvo que ver con la
frecuencia de sus resonancias armónicas, dado que, a diferencia del
cilindro abierto o el cono donde las ondas viajeras recorrían dos
longitudes de tubo para completar un ciclo en el modo fundamental, en el
cilindro cerrado las ondas viajeras recorrían cuatro veces el tubo. En
efecto, el ciclo de una onda se doblaba en relación al ciclo de una onda
en un tubo abierto como el de una flauta, debido a que la onda
reflejada en el extremo abierto del instrumento –debido a la impedancia
generada por el cambio de presión y densidad entre el aire interno y el
externo- era obligada a reflejarse de nuevo en la boquilla debido a la
obturación de la caña en esa fase de su ciclo. De este modo, su longitud
de onda constituía el doble en relación con la de la flauta y el oboe
y, dado que ésta es inversamente proporcional a la frecuencia y que el
doble constituye la octava de acuerdo con la serie armónica, los
cilindros abiertos y los conos emitían sus segundos armónicos a la
octava respecto de los cilindros cerrados. En otras palabras, el tubo
abierto requería el doble de longitud que el cerrado para tocar la misma
fundamental. Este efecto supuso ampliar el rango tonal del clarinete
con respecto a sus homólogos de la orquesta, por un lado porque
comenzaba su escala una octava por debajo de estos, y por otra, porque
para completar un registro precisaba de una doceava –o dieciocho
semitonos-, a diferencia de las doce semitonos que requería el oboe o la
flauta. Estas ventajas, sin embargo, también acarrearon otras
consecuencias no tan positivas. Al tener que completar una doceava para
pasar de registro, el clarinete hubo que taladrarlo con más orificios
que el oboe o la flauta, en unas dimensiones análogas, lo que supuso un
gran reto para los fabricantes. El uso de un cilindro cerrado con una
llave de registro también ocasionó ciertos problemas de afinación en
algunos sonidos de los extremos del tubo. La combinación de ambos
factores subía la frecuencia del segundo modo de resonancia -tercer
armónico- en los sonidos de los extremos del tubo, lo que hacía
necesario ajustar las relaciones de frecuencia entre algunas resonancias
y, además, aumentar la radiación del instrumento, que en un tubo
estrictamente cilíndrico era menor. Las soluciones vinieron por las
mejoras aplicadas por su hijo de Jacob Denner en el chalumeau, dando lugar a un nuevo instrumento bautizado como clarin.
Dos eran las opciones para ajustar la
afinación de los sonidos de los extremos del tubo -especialmente de las
doceavas- por el uso del orifico de registro en un tubo cilíndrico
cerrado. Por un lado, el diseño de este orificio debía proporcionar las
doceavas y funcionar también como orificio tonal para el Sib3. Por ello,
la apertura de este orificio cuando era utilizado en su función de
registro, tendía a acortar ligeramente la longitud de onda de las notas
de los extremos del tubo. La desviación de las doceavas en los extremos
de la escala dependía del diámetro del orificio de registro. Mayor
diámetro, mejor tono para el Sib3, pero doceavas más bajas en los
extremos del tubo, y viceversa. Obviamente este problema podría
solucionarse practicando un orificio suplementario para el Sib3 ya que
así el diámetro del agujero de registro podría diseñarse más pequeño y
la afinación entre los primeros y segundos registros se mejoraría. Por
tanto, se trataba de separar ambas funciones –como orificio tonal y como
orificio de registro- en dos llaves diferentes, instalando un mecanismo
con un orificio de ventilación activado por la llave de registro. Esta
solución se aplicó varios años después en los clarinetes de los sistemas
McIntyre, la Reforma Boehm, Mazzeo y Stubbins. La otra solución
consistía en aplicar modificaciones en el taladro del tubo. Esta fue la
solución adoptada por Jacob Denner. Además, de la reubicación de la
llave trasera, más próxima a la boquilla y la reducción del diámetro del
orificio que obturaba, amplió la sección inferior del instrumento
terminando en una campana y reajustó el diámetro y ubicación de los
orificios tonales. De esta forma, Jacob fue capaz de ajustar la balanza
cromática relativamente afinando los sonidos de los extremos del tubo y
sus relaciones de frecuencia con sus armónicos.
Los efectos de las alteraciones en un
cilindro aplicadas por Jacob y otros fabricantes de instrumentos fueron
enunciados por el célebre físico Lord Rayleigh a mediados del siglo XIX
en varios principios fundamentales. De forma resumida estos principios
dicen que una contracción en un vientre de presión producirá un aumento
local del coeficiente de elasticidad del aire dentro del tubo que
levantará las frecuencias del sistema, mientras que si se practica cerca
de un nodo de presión causará una bajada de la frecuencia para el modo
en cuestión. Por su parte, una ampliación del tubo cerca de un vientre
de presión reducirá la elasticidad y bajará la frecuencia, mientras que
si se sitúa cerca de un nodo de presión, sube la frecuencia. Estos
cambios surten un mejor efecto en los modos graves y siempre y cuando la
perturbación se extienda sobre un segmento muy corto de la columna de
aire localizado en el centro de un vientre ascendente o descendente.
Asimismo, en una columna de aire cilíndrica el cambio de porcentaje
máximo de la frecuencia –por arriba o por debajo- es igual al cambio de
porcentaje del volumen total de aire que es producido por la
perturbación -un buen ejemplo de esto sucede cuando se extrae el
barrilete del cuerpo superior-.
Dado que el efecto de la alteración no
tiene el mismo efecto en todos los modos resonantes debido a que las
zonas de presión se constituyen en puntos diferentes en cada armónico,
el resultado en la afinación de la corrección es diferente para cada
modo resonante. En el caso de la parte baja del tubo, la abertura
exponencial de la campana aplicada por Jacob Denner permitió ajustar las
relación de frecuencia 3:1 entre el primer y tercer armónico. Esta
alteración produjo una perturbación en la columna de aire en el extremo
inferior del tubo que subió ligeramente la frecuencia de los sonidos
fundamentales –ya que en ese punto se situaba un nodo de presión-, tuvo
un efecto menor en el segundo modo -o tercer armónico- y un efecto casi
despreciable sobre el tercer modo –quinto armónico-, de acuerdo a los
principios enumerados anteriormente. Teniendo en cuenta que un cilindro
perfecto sube la frecuencia de los tonos del segundo registro obtenidos
con toda la longitud del tubo, la relación de frecuencia entre los
primeros y terceros armónicos se situaba por encima de la relación
perfecta. Así, con la ampliación en esta zona Jacob corrigió la
discrepancia en esa relación de frecuencia –en torno a 25-30 cents-, ya
que, aunque el efecto de la alteración era mayor en el primer modo que
en el tercero como se ha dicho, esta divergencia quedó compensada
teniendo en cuenta la discrepancia entre estos dos armónicos en un
cilindro perfecto.
Posteriormente, se aplicaron otras
soluciones en el tubo del instrumento para solucionar el problema. En el
caso del clarinete alemán, el tubo es casi cilíndrico hasta la espiga
de la campana con una abertura repentina en ese punto, mientras que el
tubo del clarinete francés se diseña con la parte superior del cuerpo
superior cónica o policilíndrica para ajustar las doceavas de la parte
medio-superior del tubo. Asimismo, el tubo se va ensanchando ligeramente
desde la mitad del cuerpo inferior hasta la campana en orden a
estrechar algo las amplias doceavas del extremo inferior del tubo
causadas por el diámetro del orificio de registro. Para solucionar el
problema de las doceavas del extremo inferior del tubo por el uso de un
diámetro menor, los clarinetes de sistema alemán, con un taladro más
cilíndrico que el francés, añaden una abertura alternativa para algunos
sonidos graves.
En definitiva, todos los estudios que se
han practicado y se practican en el clarinete han tenido como finalidad
básica perfeccionar la afinación del instrumento y homogeneizar el
desigual timbre de sus diferentes registros debido a su funcionamiento
de tubo cerrado. Si hacemos un repaso en la evolución del clarinete
observamos que todas sus innovaciones han ido encaminadas a conseguir
este fin. Los Denner experimentaron con las primeras llaves en relación
con su ubicación y el diámetro del orificio que obturaban.
Posteriormente, la ubicación de la llave de octava fue objeto de
numerosos estudios empíricos cuya finalidad no era otra que ampliar las
posibilidades sonoras del clarinete y, por ende, su afinación. Análoga
finalidad buscaban las llaves que se fueron instalando en el mecanismo
del instrumento en el curso de su desarrollo acústico. La llave del Si3,
ausente en el clarinete de Denner, también fue objeto de una
experimentación ímproba antes de su definitiva ubicación.
Posteriormente, en 1812 Müller con su clarinete de trece llaves
perfeccionó considerablemente la afinación del instrumento con una serie
de innovaciones técnicas muy plausibles en la época: el diseño y
material de las llaves y zapatillas, el biselado y ubicación de los
orificios. Por último, Klosé, con su sistema inspirado en el sistema de
T. Boehm, perseguía el ideal de un sonido puro y de afinación perfecta.
El diámetro y colocación de los orificios, de acuerdo con los estudios
experimentales llevados a cabo por T. Boehm, y un nuevo diseño y
colocación de las llaves en los orificios practicados en el tubo,
permitieron perfeccionar la acústica del instrumento en orden a su
afinación y timbre. Asimismo, los principales fabricantes de clarinete
han dirigido sus esfuerzos, a lo largo del último siglo, a diseñar
nuevos taladros que puedan optimizar la acústica del instrumento, en
especial, en ajustar las relaciones modales entre los diferentes
registros para mejorar la calidad tonal del instrumento.
Pero, ¿qué hubiese sucedido si aquella
fría mañana del 2 de marzo de 1693 J.C. Denner no hubiese descubierto el
principio físico-armónico de vibración de las columnas de aire en su
viejo chalumeau? Desde luego nunca lo sabremos, pero probablemente nada sería igual para los clarinetistas.
In memorian
Johann y Jacob Denner
Johann y Jacob Denner
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