domingo, 3 de julio de 2016

Bartolomé Pérez Casas: «Segundo solo para clarinete y piano» (1901)

Me complace poder publicar el "Segundo solo para clarinete y piano" de Bartolomé Pérez Casas,y me complace por varios motivos. Descubrir música escrita para clarinete que se halla completamente ignorada, quizá por desconocida. Por la admiración que siempre he sentido por D. Bartolomé Pérez Casas,enorme músico, que cómo ya dije en la anterior publicación, fue entre muchas otras cosas, el primer director de la Orquesta Nacional de España, y con 24 años Músico Mayor de la Real Banda de Alabarderos, sin duda una de las mejores del mundo.Por que así es posible que difunda aparte de la música, la figura del gran maestro Pérez Casas. Sigo pensando que este gran músico es muy poco conocido, y considero que es injusto totalmente.Deberían programar algunas de sus obras sinfónicas en conciertos, y dar a conocer así, la música de este murciano. Os dejo la copia de la necrológica que escribió otro gran músico español Oscar Esplá. Feliz día a todas y todos. Muchas gracias al nuevo seguidor. NECROLOGÍA DON BARTOLOMÉ PÉREZ CASAS (15 de enero de 1956) POR ÓSCAR ESPLÁ D. BARTOLOMÉ PÉREZ CASAS. ESte gran artista nació en Lorca. Manifestó, ya de niño, su predisposición musical, y empezó sus estudios guiado por su abuelo materno, Juan de Casas. Los prosiguió luego en el Conservatorio de Madrid. A los diecisiete años obtuvo, por oposición, una plaza de lo que se llamaba entonces "músico contratado" en el Cuerpo de Infantería de Marina. Más tarde, asimismo por oposición —como conseguiría todos sus cargos profesionales—, ganó la plaza de Músico Mayor del Regimiento de Infantería de España y, en 1897, la Dirección de la Banda de Alabarderos, cuya excelencia se hizo famosa. Muchos años después, en 1911, ingresó en el Conservatorio como Profesor de Armonía, y antes, en 1909,
había fundado la Sociedad de Instrumentos de Viento, que actuó brillantemente en conciertos de cámara. Asombraba en Pérez Casas no sólo su innata capacidad musical, sino, además, su tesón para imponerse una pauta de trabajo, cumplirla y llegar adonde se proponía. Es lástima que su modestia y su carácter retraído limitaran sus ambiciones artísticas dentro del área nacional, porque de otro modo se hubiera reconocido mundialmente que era uno de los mejores directores de orquesta que haya producido Europa. Recuerdo el asombro de los músicos franceses ante una de sus pocas actuaciones en París, hace muchos años, y recuerdo, igualmente, las palabras de Ravel cuando éste oyó en Madrid "La Valse" dirigida por Pérez Casas. Antonio, ante aquella prodigiosa interpretación de su obra, exclamaba entre los que le rodeábamos: "¡Es la primera vez que oigo "La Valse"!" Pérez Casas podía hacer esto porque a su intuición y probidad interpretativa unía su inaudita cultura técnica. Con una curiosidad profesional insaciable estaba al tanto de cuanto sobre técnica y estética musicales se publicaba en el mundo. Y cuando, por no conocer a fondo los idiomas en que algunas publicaciones aparacían, encontraba dificultades de — 29 comprensión, hacíase traducir capítulos enteros. Yo mismo le ayudé más de una vez en esta tarea. Y gestioné en el extranjero el envío de las obras que, a menudo, me encargaba. Con esto no queda dicho todo lo que excepcionalmente nos presenta a este admirado músico como un caso rarísimo, si no único, entre los directores de orquesta. Pérez Casas conocía prácticamente casi todos los instrumentos de viento, sabiéndolos tañer más o menos diestramente, y había practicado asimismo el violín y el piano. Labor ímproba, ahincada, de una voluntad y una inteligencia extraordinaria. Así se explica el triunfo resonante de la Orquesta Filarmónica, creada por él en 1915. La aparición de este organismo y su inmediata función constituyeron tanto un acontecimiento artístico general como un vigoroso impulso al desenvolvimiento de la producción musical española. En efecto, el espíritu de Pérez Casas, abierto a todas las tendencias estéticas, y siempre al acecho de lo nuevo, se reflejó en seguida en los programas de la Filarmónica, donde reinaba un interés que solía faltar en los que, hasta entonces, eran la norma en los conciertos sinfónicos. El público español pudo conocer así las creaciones más recientes de la música contemporánea. Pero, además, el inolvidable músico estableció la costumbre de incluir una obra española en cada concierto, medida que dio sus frutos inmediatos. Por emulación, la Orquesta Sinfónica, que había estrenado nuestras primeras obras nacionales y actuaba paralelamente a la Filarmónica, acabó por adoptar el método de esta última; y este poderoso estímulo fomentó nuestra producción en aquellos años y en los siguientes. Jamás agradecerán bastante los compositores españoles a Pérez Casas el beneficio que le deben, no ya tan sólo porque incluyera esas obras en sus programas, sino porque, además, las acogía complacido y las estudiaba y ensayaba con una conciencia profesional sin ejemplo, preocupándole el triunfo de las mismas, lo que evidenciaba una espontánea generosidad para sus compañeros de oficio y un noble deseo de servir al arte y a la cultura de su pueblo. 30 — Contaré un episodio que me afecta personalmente, porque la anécdota pone de relieve los dones de este maestro. Cuando se estrenó mi "Nochebuena del Diablo", cuyo gran éxito se debió, sin duda, más que a los méritos de mi composición a la magnífica interpretación de Pérez Casas, en el descanso inmediato a la ejecución de la obra entré al escenario para abrazar a mi incomparable intérprete. Lo encontré llorando de emoción, y me dijo estas palabras, que guardaré en mi alma mientras viva: "Nunca he llorado tan a gusto como ahora. A usted se lo debo". No puede darse ni más bondadosa modestia, ni más generosa hidalguía, junto a la más aguda sensibilidad y sutil penetración en la obra interpretada. Estas virtudes resaltaban lo mismo en el montaje de las obras clásicas que en el de las más nuevas y avanzadas; todas servidas al público con apasionada grandeza y con un dinamismo afectivo que parecía el desquite compensador de la tímida pasividad habitual del gran artista en su vida ordinaria. He de añadir, en lo que me atañe, que ninguno de los maestros extranjeros que han dirigido mi obra referida le dio a ésta una interpretación comparable, ni de lejos, a la que siempre le ha dado Pérez Casas. Y estoy seguro de que todos los compositores españoles de quienes nuestro llorado músico ha sido intérprete dirán exactamente lo mismo que yo. Por otra parte, este gran director de orquesta fué también un excelente compositor. No ha compuesto mucho; pero, además, no ha dado a la publicidad todo lo que ha compuesto. Su modestia exagerada le llevaba a aminorar el valor de lo que producía y, por otra parte, su escrupulosidad artística le inducía a exigirse cada vez más a sí mismo. La "Suite murciana", su obra más generalmente conocida —que obtuvo por cierto el premio de la Academia de Bellas Artes—, tiene capital importancia en el repertorio sinfónico nacional. Su estética responde al naturalismo musical imperante en su época, con raíces, en este caso, en el canto popular de la región nativa del compositor. Esta obra representó la aportación sinfónica más significativa del nacionalismo musical que se imponía entonces, y mostró una fuerte personalidad prometedora de — 31 grandes relaciones, que, desgraciadamente, no siguieron a esa interesante "Suite"; porque, aparte las razones apuntadas, todas las energías del maestro fueron absorbidas por su intensa actividad al frente de la Orquesta Filarmónica, organismo que extendía su eficacia cultural a la Península entera. En la "Suite murciana", cuyo título es "A mi tierra", relucen, junto a la claridad del concepto armónico y su elegante desarrollo, la distinción melódica y la riqueza y adecuación perfecta de los timbres en una orquestación espléndida. No hay en ella nada exterior; al contrario, todo es allí hondamente meditado y sentido. Obra sincerísima. que refleja la limpieza de alma, tan patente en todas las empresas de este gran hombre, artista y bueno. Escribió también un drama lírico, titulado "Lorenzo", y un cuarteto que obtuvo en Francia un éxito cabal. Yo lo conozco solamente de lectura. La otra gran obra sinfónica que todos esperábamos con enorme interés y que debía constar de varias partes, se titulaba "Calixto y Melibea". Estaba inspirada en escena de "La Celestina". No fué compuesta sino parcialmente. Se deben, asimismo, a Pérez Casas algunas bellas canciones. A última hora vivía este artista retirado de toda actividad profesional, tanto a causa de su avanzada edad como por su salud, que fué siempre vacilante. Se limitaba a cumplir su misión de Comisario de Música, a asistir a los conciertos de la Orquesta Nacional cuando se lo permitía el buen tiempo y, sobre todo, a las sesiones de esta Academia, por la que sentía una íntima devoción. Pero su inquietud por el movimiento musical contemporáneo no había disminuido. Y si su figura y su nombre eran para todos nosotros, los músicos españoles, un símbolo glorioso, su vida, que todos conocíamos, era un profundo templo de honestidad moral y artística. Pérez Casas era un niño grande, lleno de timideces y de finas delicadezas, con un alma de artista auténtico y con todas las cualidades cifradas en la rectitud y la elegancia de espíritu de un gran caballero español. 32 —

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