Me complace poder publicar el "Segundo solo para clarinete y piano" de Bartolomé Pérez Casas,y me complace por varios motivos. Descubrir música escrita para clarinete que se halla completamente ignorada, quizá por desconocida. Por la admiración que siempre he sentido por D. Bartolomé Pérez Casas,enorme músico, que cómo ya dije en la anterior publicación, fue entre muchas otras cosas, el primer director de la Orquesta Nacional de España, y con 24 años Músico Mayor de la Real Banda de Alabarderos, sin duda una de las mejores del mundo.Por que así es posible que difunda aparte de la música, la figura del gran maestro Pérez Casas.
Sigo pensando que este gran músico es muy poco conocido, y considero que es injusto totalmente.Deberían programar algunas de sus obras sinfónicas en conciertos, y dar a conocer así, la música de este murciano.
Os dejo la copia de la necrológica que escribió otro gran músico español Oscar Esplá.
Feliz día a todas y todos.
Muchas gracias al nuevo seguidor.
NECROLOGÍA
DON BARTOLOMÉ PÉREZ CASAS
(15 de enero de 1956)
POR
ÓSCAR ESPLÁ
D. BARTOLOMÉ PÉREZ CASAS.
ESte gran artista nació en Lorca. Manifestó, ya de niño, su predisposición
musical, y empezó sus estudios guiado por su abuelo materno,
Juan de Casas. Los prosiguió luego en el Conservatorio de Madrid. A los
diecisiete años obtuvo, por oposición, una plaza de lo que se llamaba entonces
"músico contratado" en el Cuerpo de Infantería de Marina. Más
tarde, asimismo por oposición —como conseguiría todos sus cargos profesionales—,
ganó la plaza de Músico Mayor del Regimiento de Infantería
de España y, en 1897, la Dirección de la Banda de Alabarderos,
cuya excelencia se hizo famosa. Muchos años después, en 1911, ingresó
en el Conservatorio como Profesor de Armonía, y antes, en 1909,
había
fundado la Sociedad de Instrumentos de Viento, que actuó brillantemente
en conciertos de cámara.
Asombraba en Pérez Casas no sólo su innata capacidad musical, sino,
además, su tesón para imponerse una pauta de trabajo, cumplirla y llegar
adonde se proponía. Es lástima que su modestia y su carácter retraído
limitaran sus ambiciones artísticas dentro del área nacional, porque de
otro modo se hubiera reconocido mundialmente que era uno de los mejores
directores de orquesta que haya producido Europa. Recuerdo el
asombro de los músicos franceses ante una de sus pocas actuaciones en
París, hace muchos años, y recuerdo, igualmente, las palabras de Ravel
cuando éste oyó en Madrid "La Valse" dirigida por Pérez Casas. Antonio,
ante aquella prodigiosa interpretación de su obra, exclamaba entre los
que le rodeábamos: "¡Es la primera vez que oigo "La Valse"!"
Pérez Casas podía hacer esto porque a su intuición y probidad interpretativa
unía su inaudita cultura técnica. Con una curiosidad profesional
insaciable estaba al tanto de cuanto sobre técnica y estética musicales
se publicaba en el mundo. Y cuando, por no conocer a fondo los idiomas
en que algunas publicaciones aparacían, encontraba dificultades de
— 29
comprensión, hacíase traducir capítulos enteros. Yo mismo le ayudé más
de una vez en esta tarea. Y gestioné en el extranjero el envío de las obras
que, a menudo, me encargaba.
Con esto no queda dicho todo lo que excepcionalmente nos presenta a
este admirado músico como un caso rarísimo, si no único, entre los directores
de orquesta. Pérez Casas conocía prácticamente casi todos los instrumentos
de viento, sabiéndolos tañer más o menos diestramente, y había
practicado asimismo el violín y el piano. Labor ímproba, ahincada, de
una voluntad y una inteligencia extraordinaria.
Así se explica el triunfo resonante de la Orquesta Filarmónica, creada
por él en 1915. La aparición de este organismo y su inmediata función
constituyeron tanto un acontecimiento artístico general como un vigoroso
impulso al desenvolvimiento de la producción musical española.
En efecto, el espíritu de Pérez Casas, abierto a todas las tendencias estéticas,
y siempre al acecho de lo nuevo, se reflejó en seguida en los programas
de la Filarmónica, donde reinaba un interés que solía faltar en los
que, hasta entonces, eran la norma en los conciertos sinfónicos. El público
español pudo conocer así las creaciones más recientes de la música
contemporánea. Pero, además, el inolvidable músico estableció la costumbre
de incluir una obra española en cada concierto, medida que dio
sus frutos inmediatos. Por emulación, la Orquesta Sinfónica, que había
estrenado nuestras primeras obras nacionales y actuaba paralelamente
a la Filarmónica, acabó por adoptar el método de esta última; y este
poderoso estímulo fomentó nuestra producción en aquellos años y en los
siguientes.
Jamás agradecerán bastante los compositores españoles a Pérez Casas
el beneficio que le deben, no ya tan sólo porque incluyera esas obras
en sus programas, sino porque, además, las acogía complacido y las estudiaba
y ensayaba con una conciencia profesional sin ejemplo, preocupándole
el triunfo de las mismas, lo que evidenciaba una espontánea generosidad
para sus compañeros de oficio y un noble deseo de servir al arte
y a la cultura de su pueblo.
30 —
Contaré un episodio que me afecta personalmente, porque la anécdota
pone de relieve los dones de este maestro. Cuando se estrenó mi
"Nochebuena del Diablo", cuyo gran éxito se debió, sin duda, más que
a los méritos de mi composición a la magnífica interpretación de Pérez
Casas, en el descanso inmediato a la ejecución de la obra entré al escenario
para abrazar a mi incomparable intérprete. Lo encontré llorando
de emoción, y me dijo estas palabras, que guardaré en mi alma mientras
viva: "Nunca he llorado tan a gusto como ahora. A usted se lo debo".
No puede darse ni más bondadosa modestia, ni más generosa hidalguía,
junto a la más aguda sensibilidad y sutil penetración en la obra interpretada.
Estas virtudes resaltaban lo mismo en el montaje de las obras clásicas
que en el de las más nuevas y avanzadas; todas servidas al público
con apasionada grandeza y con un dinamismo afectivo que parecía el desquite
compensador de la tímida pasividad habitual del gran artista en su
vida ordinaria. He de añadir, en lo que me atañe, que ninguno de los
maestros extranjeros que han dirigido mi obra referida le dio a ésta una
interpretación comparable, ni de lejos, a la que siempre le ha dado Pérez
Casas. Y estoy seguro de que todos los compositores españoles de quienes
nuestro llorado músico ha sido intérprete dirán exactamente lo mismo
que yo.
Por otra parte, este gran director de orquesta fué también un excelente
compositor. No ha compuesto mucho; pero, además, no ha dado a
la publicidad todo lo que ha compuesto. Su modestia exagerada le llevaba
a aminorar el valor de lo que producía y, por otra parte, su escrupulosidad
artística le inducía a exigirse cada vez más a sí mismo.
La "Suite murciana", su obra más generalmente conocida —que obtuvo
por cierto el premio de la Academia de Bellas Artes—, tiene capital
importancia en el repertorio sinfónico nacional. Su estética responde al
naturalismo musical imperante en su época, con raíces, en este caso, en
el canto popular de la región nativa del compositor. Esta obra representó
la aportación sinfónica más significativa del nacionalismo musical que
se imponía entonces, y mostró una fuerte personalidad prometedora de
— 31
grandes relaciones, que, desgraciadamente, no siguieron a esa interesante
"Suite"; porque, aparte las razones apuntadas, todas las energías
del maestro fueron absorbidas por su intensa actividad al frente de la
Orquesta Filarmónica, organismo que extendía su eficacia cultural a la
Península entera. En la "Suite murciana", cuyo título es "A mi tierra",
relucen, junto a la claridad del concepto armónico y su elegante desarrollo,
la distinción melódica y la riqueza y adecuación perfecta de los
timbres en una orquestación espléndida. No hay en ella nada exterior; al
contrario, todo es allí hondamente meditado y sentido. Obra sincerísima.
que refleja la limpieza de alma, tan patente en todas las empresas de
este gran hombre, artista y bueno.
Escribió también un drama lírico, titulado "Lorenzo", y un cuarteto
que obtuvo en Francia un éxito cabal. Yo lo conozco solamente de lectura.
La otra gran obra sinfónica que todos esperábamos con enorme interés
y que debía constar de varias partes, se titulaba "Calixto y Melibea".
Estaba inspirada en escena de "La Celestina". No fué compuesta
sino parcialmente. Se deben, asimismo, a Pérez Casas algunas bellas canciones.
A última hora vivía este artista retirado de toda actividad profesional,
tanto a causa de su avanzada edad como por su salud, que fué siempre
vacilante. Se limitaba a cumplir su misión de Comisario de Música,
a asistir a los conciertos de la Orquesta Nacional cuando se lo permitía
el buen tiempo y, sobre todo, a las sesiones de esta Academia, por
la que sentía una íntima devoción. Pero su inquietud por el movimiento
musical contemporáneo no había disminuido. Y si su figura y su nombre
eran para todos nosotros, los músicos españoles, un símbolo glorioso, su
vida, que todos conocíamos, era un profundo templo de honestidad moral
y artística.
Pérez Casas era un niño grande, lleno de timideces y de finas delicadezas,
con un alma de artista auténtico y con todas las cualidades cifradas
en la rectitud y la elegancia de espíritu de un gran caballero español.
32 —
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se puede escribir cualquier comentario,con total libertad, sólo no se publicarán los que contengan palabras obscenas, insultos, etc.Espero que os animéis a dar "vida" al blog con esta nueva configuración, que hará el blog más dinámico y ameno.
Gracias.