Publicar un concierto para clarinete de Bartolomé Pérez Casas, es una gran satisfaccción para el administrador de el blog.
Desde que era pequeño oí hablar de este gran músico, natural de Lorca ( Murcia ) Siempre he sido un admirador de Pérez Casas,un músico olvidado por los "medios" y al que muy pocos músicos jóvenes conocen, porque cómo digo anteriormente, nada se ha hecho para honrar la sapiencia y sabiduria musical del mismo. Estamos ante el que fue Director de la mejor Banda de Música del mundo,o una de las mejores,la Real Banda de Alabarderos, que causó sensación en París y por supuesto en todos los lugares dónde actuaba. Estamos ante el que fue el primer director de la Orquesta Nacional.
Desde este humilde blog, os daré cumplida información de la época, para que podáis leer todo lo que encuentre sobre él, y así los que no habéis tenido la oportunidad de saber quien era Pérez Casas, la tengáis ahora y lo mencionéis en las tertulias con otros músicos, para rendirle homenaje de admiración y respeto.
Intérpretes;
Pedro Rubio, clarinete
Ana Benavides, piano
Bartolomé Pérez Casas: de músico militar a director de orquesta
Durante los fines de semana la calle Bartolomé Pérez Casas de Murcia capital, una calle salón de corta longitud y numerosos establecimientos de hostelería y bares de copas, es frecuentada por cientos e incluso miles de personas en busca de diversión, pero casi seguro que muy pocas de ellas saben que está dedicada a un lorquino que llevó la Música española a altas cotas en la primera mitad del siglo XX.
Bartolomé Pérez Casas (Lorca, 1873-Madrid, 1956), recibió educación musical en el seno familiar desde su infancia y en 1890 era músico contratado (clarinete requinto) en un regimiento de Infantería de Marina de Cartagena; mientras desempeñaba ese puesto, en 1893 consigue el Premio de Armonía en el Conservatorio de Madrid como alumno libre, hasta que en 1895 oposita a Músico Mayor, ganando la plaza en otro Regimiento y dos años después (1897), tras unas reñidas pruebas, se convierte en el más joven director de la Real Banda de Alabarderos, con 24 años, ante el asombro de los entendidos. Así, se establece en Madrid, en donde desarrolló su larga carrera al servicio de la Música, que había comenzado como músico militar y cambió en 1911 por la enseñanza en la cátedra de Armonía en el Conservatorio de Madrid.
Iniciado por las enseñanzas familiares, desde muy joven Pérez Casas intenta por todos los medios conocer más y más los fundamentos de la teoría musical, la composición, la orquestación, etc., reuniendo una gran biblioteca musical que constituyó su Legado a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que en 1924 fue nombrado miembro. Si bien tuvo un corto adiestramiento reglado, el resto de sus grandes conocimientos musicales fueron adquiridos en un proceso de formación continuada que duró toda su vida, lo que constituye un magnífico ejemplo de autodidactismo. Desde Cartagena seguía enseñanzas de composición y armonía por correspondencia con el musicólogo Felipe Pedrell, el padre del nacionalismo musical y de la Musicología españoles, que le influyó grandemente, hasta el punto de que le incitaron a componer tanto un Cuarteto con piano en re menor (1901), como ¡A mi tierra! Suite española para gran orquesta, una importante obra sinfónica en el panorama musical de los primeros años del siglo XX y que fue premiada en 1904 en el mismo concurso en que se premió a Manuel de Falla(1876-1949) por su ópera La vida breve. Ambos músicos habían sido alumnos de Pedrell y representaron, cada uno a su manera, la expresión del nacionalismo musical español, si bien, la dedicación de Pérez Casas a la Real Banda de Alabarderos y simultáneamente a una importante Sociedad de Instrumentos de Viento, así como la creación a finales de 1914 de la Orquesta Filarmónica de Madrid, que comenzó su andadura en marzo de 1915, influyó en que no continuara la labor como compositor.
La obra compositiva de Bartolomé Pérez Casas fue temprana y limitada, aunque de gran valor en el entonces aún pobre panorama musical del momento, cuando la música española se debatía por encontrar un estilo nacional propio. La suite, estrenada por la Orquesta Sinfónica de Madrid en 1909 y difundida en Moscú y París abrió un camino en ese ambiente sinfónico español aún poco desarrollado de finales del siglo XIX y comienzos del XX y conservó su valor durante muchos años. Para los murcianos representa un hito en la divulgación de nuestros tesoros musicales populares por las melodías y danzas que contiene, algunas con un antiguo origen como los cantos de trilla, cantos modales que Pérez Casas conocía y había recopilado. También se escucha en esta obra la melodía de El paño moruno, que con posterioridad Manuel de Falla utilizara magistralmente en sus Siete canciones populares españolas.
La otra importantísima faceta de nuestro músico, por la que se le reconoció y recuerda actualmente, fue la de director de la Orquesta Filarmónica de Madrid, que estuvo bajo su batuta cerca de treinta años. Tras nuestro conflicto civil y represaliado más o menos veladamente, retoma su dirección en 1943, hasta que se le nombra primer director titular de la ONE. Esta orquesta, cumplió en sus inicios la misma función que la Orquesta Nacional de Conciertos republicana (1937), a saber, fundir en una sola orquesta estatal a los magníficos instrumentistas de las preexistentes orquestas Sinfónica y Filarmónica. Sin embargo, para la dirección de la ONE no se contó con Pérez Casas, que había sido nombrado director de la ONC. Estas reticencias de colaboración republicana, que por otra parte, el propio músico relató fue producto de presiones e intimidación, fueron dejadas a un lado ante la evidencia de que el único director solvente para el proyecto era don Bartolomé.
Desde 1915 nuestro músico destacó como director de orquesta, como antes había destacado en su función de director de Alabarderos y es en este papel por lo que ocupa un lugar preeminente en la música española de la primera mitad del siglo XX. Ya sus contemporáneos apreciaron sus interpretaciones de las obras ya clásicas y, sobre todo, la importantísima tarea que asumió acogiendo bajo su batuta las obras nuevas que iban saliendo de la creatividad de los compositores de su época, algunos jóvenes entonces como Jesús Guridi, Ernesto Halffter o Joaquín Rodrigo. Con la Orquesta Filarmónica difundió la música de los impresionistas franceses, Debussy y Ravel, que a comienzos de los años 20 aún no era bien recibida por los auditorios españoles. En esta labor de difusión de la música española o extranjera que le era contemporánea sobresalió nuestro paisano, quien, siendo ya muy anciano, se lamentaba de no poder dirigir obras como las de Varèse y otros compositores. Pérez Casas sin duda, fue un músico que con una rica formación musical en todos los ámbitos, supo apreciar el cambio de paradigma que supuso el impresionismo y el resto de corrientes estéticas que constituyeron la modernidad en el siglo XX. Pérez Casas dirigió obras de Ravel, como La valse, compuesta poco antes y que éste escuchó con asombro en Madrid. También contribuyó al conocimiento de la obra de Falla: en 1924 estrenó en Madrid la versión orquestal de El retablo de Maese Pedro y años después, la primera versión completa en España, con sus correspondientes títeres.
Y con ser importante la labor continuada en la capital de España, semana a semana en los Conciertos Populares que ofrecía Pérez Casas con la Filarmónica, no lo es menos la difusión que se hizo en las diecinueve salidas fuera de su sede, las “Excursiones artísticas”. Estas giras, cuya denominación tiene resonancias en la Institución Libre de Enseñanza, se hacían en las condiciones que cabe imaginar durante los años 1916 a 1936 por todo el territorio español y parte de Portugal: trenes nocturnos, asientos de madera, transbordos de madrugada y problemas fronterizos; fondas de estación, cientos de kilos de cajas con instrumental y partituras, etc. Sin embargo, la difusión de la Música que se hizo fue impresionante. Pérez Casas dirigió al centenar de músicos que componían la Filarmónica en importantes sociedades filarmónicas ya arraigadas como la de Bilbao y en otras que iban surgiendo en esos años o en teatros, contratados por empresarios que querían ofrecer un espectáculo cultural durante las fiestas patronales de su ciudad. Y en la medida de lo receptivos que fuesen los auditorios, los programas se llenaban con obras contemporáneas y españolas, las mismas que se daban en Madrid.
Pérez Casas estuvo presente y dinamizó el renacimiento cultural y musical que se dio en España durante el primer tercio del XX, en la llamada Edad de Plata, término que acuñó después un historiador cartagenero, José María Jover.
Además de su gran labor con la Orquesta Filarmónica, muchas más cosas se podrían decir de nuestro paisano, como que participó en iniciativas muy interesantes como la Sociedad Nacional de Música, que presidió la sección española de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea, que fue Comisario de la Música o que dirigió dos veces en Londres a la Orquesta de la BBC, pero quedémonos con la idea de que con el estudio continuado y su experiencia primera de músico de a pie y director de Música militar, de su experiencia también como profesor de Armonía, con su apertura estética y el conocimiento exhaustivo de las obras, contribuyó este murciano de Lorca que la Música sinfónica española gozase de un esplendor que no tenía hace un siglo. ¿Conseguiremos que los murcianos que frecuentan la calle Bartolomé Pérez Casas, además de disfrutar de su ocio se interesen por conocer por qué lleva ese nombre?
María Dolores Cuadrado Caparrós
Musicóloga
Fuente;http://www.lateclapianos.es/revista-latecla/38-numro-5/218-bartolome-perez-casas-de-musico-militar-a-director-de-orquesta
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