lunes, 18 de mayo de 2015

El clarinetista de Mauthausen/ Un relato verídico que emociona...

El amor al clarinete le salvó la vida y seguir siendo torturado. Personalmente me ha emocionado profundamente leer la historia. Cómo un hombe se va a la guerra voluntario,con su clarinete, se exilia a Francia,se une a las tropas anti-nazis, cae en sus manos, le requisan el clarinete cuando lo cachean en Mauthausen, por suerte lo recupera, y después de tantísimas peripecias, el hombre salva posiblemente su vida por el gran amor que sentía por su instrumento,EL CLARINETE, que sigue cuando ya es libre, tocando, ahora en Francia otra vez,dónde murió y está sepultado sin haber regresado nunca a su tierra. Eso si.El clarinete siempre le acompañó.Personas cómo Antonio, (qué orgulloso de ser su tocayo)nos enseñan cómo puede amarse una afición o una profesión, hasta la muerte. GRANDE ANTONIO,EL CLARINETISTA DE MAUTHAUSEN,nacido en RAFAL (Alicante). 
  Antonio Terres Gómez Su historia Antonio Terres Nació en Rafal (Alicante) el 24 de abril de 1914. Deportado a Mauthausen el 9 de agosto de 1940. Prisionero no 3.572. Fallecido en 2006 en París. Heredó de su padre la pasión por la música y, especialmente, por el clarinete. Su oficio de peluquero le permitió comprar su primer instrumento con el que tocaba en las fiestas y conciertos públicos de la provincia de Alicante. Cuando estalló la guerra de España, Antonio se alistó en el cuerpo de Carabineros para defender la República. Luchó durante meses en la Quinta Brigada Mixta del Ejército Popular que combatía en el frente de Madrid. Todo cambió el día que escuchó los acordes interpretados por una banda militar que celebraba un concierto al aire libre. Una irresistible atracción le empujó a saltarse la cadena de mando para hablar con el director. Su virtuosismo con el clarinete le permitió hacerse con un puesto en la orquesta, en la que pasó los dos últimos años de la guerra. Tras el triunfo franquista cruzó la frontera y fue confinado en el campo de concentración de Septfonds. Como tantos otros españoles acabó, meses después, enrolado en el Ejército francés y haciendo frente a una nueva contienda bélica. Con la 59 Compañía de Trabajadores Españoles participó en la batalla de Dunkerque, donde fue apresado por las tropas alemanas. Estuvo internado, durante poco más de un mes, en los campos de prisioneros de guerra de Hohenfels-Oberpfalz y Moosburg, desde donde fue enviado a Mauthausen en agosto de 1940. Antonio TerresA su llegada al campo de concentración le requisaron todo, incluido el clarinete que le había acompañado durante esta segunda guerra. Su primer destino fue la temible cantera en la que trabajó hasta la primavera de 1941. Sus fuerzas ya flaqueaban por el duro esfuerzo diario cuando, de forma inesperada, recibió una buena noticia. Un amigo suyo que trabajaba en el almacén donde se guardaban las pertenencias de los deportados, había conseguido encontrar y robar su querido clarinete. Eso supuso para Músico una inyección de moral. Una tarde, en la que varios prisioneros interpretaban sus melodías de forma clandestina en una de las barracas, un kapo alemán se fijó en él. Se trataba de Georg Streitwolf, un preso que trabajaba en la estafeta de correos, lo que le otorgaba el control sobre los paquetes que llegaban al campo. Streitwolf era, además, el responsable del grupo musical formado por algunos deportados gitanos. Tras escucharle tocar, decidió incorporar a Antonio a la orquesta del campo, liberándole de las duras condiciones de la cantera y enviándole al grupo que pelaba las patatas en los sótanos de las cocinas. Eso le permitió sobrevivir, ya que trabajaba bajo techo y podía robar algo de comida que compartía con sus compañeros. Participar en los «conciertos» que ofrecía la orquesta no era precisamente agradable. Los SS les obligaban a tocar mientras se castigaba o ejecutaba a los prisioneros. La ceremonia más estremecedora se produjo en julio de 1942. El preso austriaco Hans Bonarewitz fue capturado por los alemanes, pocos días después de protagonizar una audaz evasión. A su regreso a Mauthausen le esperaba la horca. Para que sirviera de ejemplo ante los demás prisioneros, los SS organizaron una absurda puesta en escena: el reo fue subido a un carro de madera y paseado por todo el campo; el cortejo lo encabezaba un maestro de ceremonias que realizaba gestos bufonescos; detrás de él, la orquesta interpretaba diversas melodías, entre ellas, la muy popular J’attendrai. Los prisioneros tuvieron que permanecer formados, contemplando el desfile. El momento final de la ejecución fue igualmente grotesco, aunque en este caso no de forma deliberada: hasta en dos ocasiones se rompió la cuerda del patíbulo. A la tercera, Bonarewitz murió. Antonio logró llegar con vida al día de la liberación de Mauthausen, el 5 de mayo de 1945. Sin patria a la que regresar y tras casi un mes de larga espera, fue repatriado a Francia. Allí se instaló en la casa de acogida del Ayuntamiento de Ivry sur Seine, donde recibió ayuda para iniciar una nueva vida, junto a otros deportados. Cuando en la primavera de 1946 se clausuró el centro, fue a vivir a uno de los modestos hoteles que se repartían por la ciudad. Antonio TerresLa música, nuevamente, hizo que su vida cambiara. En el baile conmemorativo de la fiesta nacional de la República francesa, Antonio conoció a Isabel Sánchez, miembro de una familia española que había llegado a Francia en 1925 en busca de un futuro mejor. Pronto se casaron y abrieron un café-restaurante en Ivry, que pronto se convirtió en el punto de reunión de los deportados que vivían en la zona. Algunas tardes de domingo, Antonio sacaba su viejo clarinete y disfrutaban juntos de agradables veladas. Isabel no conoció muchos detalles de la estancia de su marido en el campo de concentración. Él trataba de espantar esos negros recuerdos y evitaba hablar sobre ello. Sin embargo, Isabel no podía evitar sufrir por él cuando, en ocasiones, se dejaba abatir por la tristeza y pasaba las horas sin hablar. Aún peor eran las noches en las que ella era testigo del regreso de Antonio al campo de concentración: «Se agitaba muy fuerte. Me daba codazos y todo porque tenía malos sueños. Le pasaba muy a menudo. Se despertaba con mucho miedo». Isabel conserva en su casa, como un tesoro, una pequeña maleta. En su interior se encuentra el clarinete que resonó en los peores momentos de la historia de Mauthausen. 

2 comentarios:

  1. ¡Uf! Impresiona. Gracias querido Jose Antonio.

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  2. Antonio Terres era hermano de mi abuela, y desde pequeña he escuchado esta historia...mi madre hace unos días compró un libro sobre Mauthausen y allí allí estaba él... Una historia bonita pero muy dura xa el y para sus familiares...ya q mi familia guardó mas de 3 años de luto pensando q estaba muerto...

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