, L’ Rollin Clarinet Band. Poco después fui a verlos en directo a la sala Galileo Galilei y me quedé completamente alucinado con su música, su actitud y todo el universo que les rodeaba. Una mezcla de flamenco, jazz, música clásica y, como ellos dicen, las ganas de vivir. Hoy nos reciben en la cafetería del Círculo de Bellas Artes en Madrid para contarnos qué es esto de “La Rollin” y el proyecto pedagógico que tiene detrás. Poco a poco van llegando parte de los componentes: José Ramón, Jesús, Isa, Matías y Agustín. Traen con ellos ese buen ambiente que les envuelve en el escenario.
Para empezar nos gustaría que os presentarais, ¿qué es y quiénes formáis L’ Rollin Clarinet Band?
Agustín: La Rollin la formamos once personas: seis clarinetes –incluyendo requinto y dos bajos–, piano, batería, contrabajo y dos cantaoras. Es un proyecto que yo tenía en la cabeza desde hace muchos años, formar un grupo de amigos para tocar lo que nos gustase. La mayoría de los integrantes nos hemos conocido en el camino por distintas circunstancias profesionales casi siempre relacionadas con el clarinete. Cuando les hablé del proyecto todos me dijeron que les entusiasmaba la idea. Todos esos sueños que uno tiene en la cabeza, musicales y de amistad, se han hecho realidad en estos años con la Rollin. Vivimos el momento porque sabemos que es muy difícil que en el mundo de la música pueda ocurrir algo así.
José Ramón: Nuestras inyecciones de energía han superado con creces cualquier aspecto de técnica musical. Aunque llevamos toda la vida en el mundo del conservatorio la Rollin es más un proyecto de amistad y vitalidad.
Por curiosidad, ¿qué significa el nombre del grupo?
A: Rollin viene de “buen rollo”, de “rollito”. El rollo es esa filosofía de música y de vida que tiene nuestro grupo, el buen ambiente y la amistad. De ahí el “Rollin” del título. Lo de “Clarinet Band” porque somos clarinetistas y ¡porque sonaba bien! [risas].
Contadnos cuánto lleváis con el proyecto y qué habéis hecho desde entonces
JR: Vamos a hacer tres años desde el primer ensayo, el ocho de enero. El primer año estuvimos escribiendo y haciendo repertorio. Desde entonces llevamos tocando otro año y medio en todo tipo de conciertos, conservatorios, salas, teatros, actuaciones más y menos serias. De momento hemos dado unos quince conciertos en una etapa tan difícil como la que estamos soportando en la actualidad. Hemos crecido mucho en estos tres años en total.
A: ¡Ahora es cuando sonamos a dinamita! [risas].
Desde la Consagración de la primavera hasta Paco de Lucía, pasando por Bernstein, Freddie Mercury, Piazzolla o composiciones propias. ¿Cómo sois capaces de montar semejante mezcla de repertorio?
JR: Al principio nos daba bastante miedo. Era un repertorio muy abierto, difícil de empastar y de asimilar por el público. Gracias al clarinete pudimos dar homogeneidad a todo esto, quizá sea el secreto para la mezcla. Y también hacerlo con gracia, encajarlo todo pensando en la unidad y en el oyente.
J: Tocamos las canciones que siempre nos han gustado, nuestros caprichos, con arreglos de calidad. De esta manera podemos tener un gran repertorio propio que nos da holgura para afrontar cualquier proyecto.
¿Cómo se abre la banda a contar con dos bailaoras?
Isa: A nosotras nos llamaron para las palmas en un par de temas que ya estaban hechos, “Zyryab”, de Paco de Lucía, y “La leyenda del tiempo”, de Camarón. Tras las palmas, el cuerpo nos pedía más y pensamos en meter cante y baile. Vimos que encajaba bien y ahora solo queremos temas de flamenco [risas].
¿Tenéis además composiciones propias?
JR: De momento tenemos cinco. Queremos que nuestros temas ganen peso, dirigir el grupo hacia esto, sin olvidar las versiones que tanto nos gustan.
¿Qué influencias tenéis?
A: Dejando a un lado lo musical, que es inmenso, la nuestra es una historia de herencia e influencia generacional. Casi todos hemos pasado por las mismas manos. La historia de la cátedra de clarinete en nuestro país es la historia de Antonio Romero, de Julián Menéndez, de Villarejo y de Máximo Muñoz. Este último ha sido el profesor de la mayoría de nosotros. Fueron grandes clarinetistas y personas que se interesaban por otra manera de entender el clarinete. Por eso todos nosotros tenemos esta misma idea musical. La nuestra es la historia de ese linaje, de esa herencia que ahora recogemos.
La mayoría venís del mundo del conservatorio y ahora sois profesores también. Tengo entendido que además de los conciertos, L’ Rollin Clarinet Band es un proyecto educativo.
A: La fundación Rollin va más allá de dar conciertos. Queremos aplicar esta filosofía de la que antes te hablábamos a la enseñanza, porque hay un vacío tremendo en este aspecto. En los conservatorios de nuestro país la educación está muy mal enfocada. La ilusión, el sacar la música desde el corazón, etc. Eso no se enseña y es básico. Buscamos otro tipo de educación musical para que el alumno se dé cuenta de todo su potencial.
JR: La formación está incompleta, solo está enfocada a conseguir un perfil de músico que, en la mayoría de los casos, es irreal. El conservatorio no puede servir solo para formar solistas, máquinas de virtuosismo y técnica, centradas en el mundo clásico y con una formación en la mayoría de los casos excesivamente estricta. El músico completo no debe ser solo una fotocopia de su profesor, con una técnica perfecta.
Matías: el proyecto educativo surge de nuestro punto común. Todos tenemos esta formación antigua y clásica, y todos hemos echado de menos esta otra faceta que ahora queremos promover. Buscamos y enseñamos a buscar lo que tenemos dentro, el músico desde el interior, el sonido propio sin fronteras estilísticas. No solo con el clarinete, en general en todos los instrumentos. Además queremos acercar al alumno hacia otras músicas como el jazz o el flamenco. Es importante abrirse a otras experiencias estilísticas, más aún cuando son tan importantes hoy en día.
A: La Rollin quiere la formación integral del músico. Contamos con mucha calidad entre los nuestros: Juan Luis, que te puede orientar en el jazz americano más auténtico; José Ramón, que conoce la música moderna como el mejor; Juan Carlos y Espejo, que son unos maestros en el clarinete clásico y tradicional; Matías, que domina el mundo flamenco. Todo eso se fusiona sin fronteras ni jerarquías para buscar al músico integral.
I: El secreto de todo esto, y que yo descubro cuando llego al grupo, es que el alumno se está encontrando con músicos de altísima calidad y, al mismo tiempo, que tienen una empatía total hacia él. Transmiten esa buena onda de la que antes hablábamos, ese “tranquilo, está bien, la siguiente saldrá mejor”. Siendo unos músicos excepcionales, no juzgan, solo fomentan. Surge, entonces, esa naturalidad. Dan mucha paz a aquellos a los que enseñan. Es muy importante tener esa base en los niños para que surjan buenos artistas. Lo más importante de la Rollin es lo que trasmiten emocionalmente, buen rollo y ganas de vivir. No se trata de hundir al alumno, ellos te elevan hacia arriba.
A: Somos “clarinet trainers” [risas].
¿Cómo habéis enfocado las master classes?
J: Las master classes se pensaron para poner en práctica todo lo que hemos hablado sobre la educación. Queríamos hacer una clase para desarrollar todas estas ideas, no solo ser un clon de tu profesor, sino sacar el músico que llevas dentro. Vimos que las primeras fueron bien y estamos intentando hacer una al año por lo menos.Tenemos en mente un pequeño proyecto pedagógico, la “Rollin School”. Ya veremos dónde acaba todo esto.
A: Queremos ofrecer nuestra filosofía educacional. Lo hacemos “de tú a tú”, para que los chavales disfruten y aprendan. Tenemos, por ejemplo, una rueda de improvisación para que el alumno pueda salir a tocar con la base de batería, piano y contrabajo de La Rollin. Después hacemos un concierto, montamos temas con diferentes ensembles y muchas otras actividades. Todo el fin de semana disfrutando. Los alumnos se lo pasan muy bien. Vienen desde primerizos hasta profesionales. Es algo para compartir, que es de lo que se trata.
¿Queréis entonces hacer una especie de “secta clarinetística”?
M: No, todo lo contrario. Queremos romper con esa palabra tan fea. Se trata de crear una especie de familia para fomentar la ilusión de los chavales que empiezan y de todo el que se quiera acercar. No solo clásico, queremos un músico total, con ganas de vivir y tocar, que ame la música.
Es muy interesante cómo explicáis en directo las piezas que vais a tocar. ¿Creéis que tiene importancia la propia historia de la música, además de la ejecución?
JR: Lo creemos imprescindible. Además, predispone al oyente para esos contrastes que tenemos en el repertorio. Nos gusta contar un poquito de la historia y el contexto que vio nacer las obras que luego vamos a tocar, creemos que es la mejor manera para entenderlas y sacarles el mayor jugo. Es, además, una herramienta muy potente a la hora de crear un vínculo con el oyente, rompemos esa barrera músico-público desde el primer momento.
En diciembre grabasteis vuestro primer disco.
JR: Estamos muy contentos, es un disco muy compacto y, a la vez, variado. Al igual que lo que hablábamos sobre el repertorio, hemos intentado plasmar todo lo que nos cabía, todo lo que tenemos desde estos años atrás, toda esta mezcla. Hemos visto lo que funciona y lo hemos reunido en un solo disco. Lo hemos grabado en directo, tocando todos a la vez en el estudio. Hemos quitado extremos como la Consagración y hemos hecho algo más ameno, de una hora aproximadamente. Va a salir autoproducido, sin sello. Mitad repertorio propio y mitad versiones.
Mirando hacia el futuro, ¿qué tenéis pensado para los próximos meses?
J: Lo primero es la presentación del nuevo disco en marzo. Queremos hacer un evento grande en algún sitio como el Matadero o el Círculo de Bellas Artes. Luego, en marzo también, tenemos la master class de este año. Para verano también queremos hacer el primer curso Rollin, durante una semana, en el que esperamos contar, si no se tuerce la cosa, con la presencia de Martin Fröst. Después de todo esto queremos seguir tocando mucho más, movernos por España y fuera, incluso tenemos pensado irnos a Japón, a ver si sale.
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