Buceando por internet, encontré un artículo editado en La verdad, Murcia, que considero interesante en muchos aspectos.
Cómo habréis leído en el encabezamiento, trata de algunos músicos españoles, que forman parte de las plantillas de orquestas europeas de primer nivel.
No son los únicos que han "emigrado" a orquestas europeas. Yo no considero que estos músicos han "emigrado" por falta de trabajo en España, pues cualquiera de ellos podría estar trabajando en nuestro país, y por supuesto, en mi caso, si hubiera tenido el talento y la oportunidad de tocar en cualquiera de estas orquestas no me lo hubiera pensado ni un minuto.
Hablan de su trabajo y algo muy importante ( no sólo de música vive el hombre) de los sueldos que cobran.
Muy ilustrativo el caso de Pascual Martínez Forteza, que siendo el que más cobra, 12.000 $ dólares al mes, habla de sus gastos y de su trabajo por la tarde para poder vivir holgadamente.
Bueno os dejo el artículo, y estoy seguro que pasaréis un rato entretenidos leyéndolo.
Feliz día
Son la flor y nata de los conservatorios de España. Han perfeccionado
su formación lo mismo en Alemania y Reino Unido que en Estados Unidos.
De haberse quedado en España sus salarios oscilarían entre los 24.061
euros anuales (salario base bruto) que perciben los solistas de la
Sinfónica de Extremadura y los 51.109 que cobran -tras el ERE vigente
hasta diciembre que les reduce en un 8% el sueldo- en la Orquesta del
Palau de les Arts de Valencia.
A pesar de los escollos del IVA cultural y los recortes, en nuestro
país se mantienen a flote -con más o menos poderío según los casos- nada
menos que 26 conjuntos sinfónicos. ¿Muchos? ¿Pocos? En Suiza hay 40,
Polonia tiene 72 y Alemania presume de 131 orquestas. La vida bulle más
allá de nuestras fronteras. Se calcula que hay cerca de 100
profesionales españoles diseminados por sinfónicas de medio mundo, desde
China a Finlandia y Armenia. Aquí se recoge el testimonio de cinco
valientes que apostaron por las mejores. Trabajan a las órdenes de
colosos de la batuta como Valery Gergiev, Simon Rattle, Daniel
Baremboin, Gustavo Dudamel, Nikolaus Harnoncourt... Han tocado techo y
se aferran a un atril ganado a fuerza de tesón, sacrificios y mucho,
mucho talento. ¿Que cuánto cobran? Entre 3.400 euros como sueldo base al
mes (Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam) y 3.000 dólares 'limpios'
a la semana, es decir, 12.000 mensuales (Filarmónica de Nueva York).
Joaquín Riquelme Viola en la Orquesta Filarmónica de Berlín
Un par de ladridos en la Filarmónica de Berlín
Juega como delantero en el equipo de fútbol de la Filarmónica de
Berlín. «Aunque no lo parezca, no sólo me gusta la cocina, también me
encanta el deporte», asegura el murciano Joaquín Riquelme, viola desde
2010 en -muy probablemente- la mejor orquesta del mundo. Competitivos
como pocos, saben hacer morder el polvo a los rivales en los partidos.
«En el campeonato de las orquestas profesionales de Berlín (hay siete),
hemos conseguido que se nos mire con miedo. En cinco años hemos ganado
en dos ocasiones y otra vez fuimos finalistas porque perdimos por
penaltis». El suyo es un grupo compacto, sin fisuras y «con mucha
testosterona». Así lo piensa y así lo siente este murciano de 32 años,
nacido en la capital, infatigable y guasón a partes iguales.
En la Filarmónica de Berlín hay 20 mujeres, pero se impone el sonido
potente, grave y arrollador. «También influye la sala. El auditorio de
la Philharmonie en Berlín tiene una acústica fantástica pero hay que
'rascar' mucho para que se oiga bien... No es como el Concertgebouw de
Ámsterdam, donde se escucha todo por muy suavecito y bajito que
toques... Ja, ja, el espacio del Concertgebouw tiene un talante
'femenino', ideal para el repertorio francés».
Este chicarrón prefiere imponerse. A ladrido limpio si es preciso. El
pasado verano, en el escenario campestre de la Waldbühne, a las afueras
de Berlín, no tuvo inconveniente en pegar un par de aullidos en pleno
concierto de la Filarmónica de Berlín. La velada exigía una
'performance' canina y hete aquí que el joven murciano fue el único que
recibió el visto bueno de Simon Rattle, director titular de la orquesta.
Necesitaban a un músico que se prestara a poner el contrapunto
hilarante durante la ejecución de la banda sonora de 'Tom y Jerry'. La
reacción del público estuvo a la altura del desparpajo perruno.
Aplaudieron a rabiar. «Reconozco que el 'guau, guau' me salió bien.
Tengo fama de payaso y, oye, no voy a cambiar. Aquí todos nos aceptamos
tal y como somos. Nadie mira por encima del hombro a nadie. No somos
niñatos repelentes».
Los músicos tienen una media de edad de 45 años -hay un trompetista
de 20-y se apuntan a un bombardeo. Lo mismo acuden a las guarderías para
regalar instrumentos de juguete que se enfundan el mono de periodista y
hacen entrevistas -para la web Digital Concert Hall- a los solistas o
directores invitados de la Filarmónica de Berlín. «Hay que innovar y
batallar. Y lo mejor de todo es que tenemos mucho poder de decisión.
Nosotros elegimos a nuestro director y también participamos en la
selección de los nuevos compañeros. Todo eso nos hace sentirnos muy
queridos dentro del grupo. Tenemos una plaza porque los colegas nos han
elegido. Eso es importante. Forma parte de nuestras señas de identidad».
- ¿Cuánto cobra?
- Nadie está aquí por dinero. El lujo son las oportunidades
profesionales, ¡trabajar con los más grandes! Gente como los directores
Simon Rattle, Valery Gergiev, Daniel Baremboin...
- Perdone que insista.
- A ver, no soy solista en la orquesta pero gano bien. También te
digo otra cosa: en la Orquesta de la Radio de Baviera tienen sueldos más
altos (entre 4.500 y 6.500 euros netos al mes). Y es que dependemos de
la ciudad de Berlín y, bueno, no es rica. Ahora bien, evidentemente, el
Gobierno nos subvenciona y Deutsche Bank también nos apoya.
- ¿Tu pareja se dedica a la música?
- Sí, toca la viola, pero no en la Filarmónica. Es española y la
conocí en Berlín. Ya ves, esta ciudad me ha dado suerte, aunque cada vez
se está poniendo más cara. Hace diez años encontrabas en el centro un
piso de 90 metros cuadrados por 70.000 euros. Ahora te sale por 200.000.
Eso sí, las autoridades van a poner freno a la burbuja. ¡Que esto es
Alemania!
Miriam Pastor Corno inglés en la Orquesta Real del Concertgebouw
El chollo de las tardes libres y tocar muy poco
«Dentro de las orquestas de élite, somos los que menos trabajamos
porque, entre otras cosas, tenemos las tardes libres. Algo impensable,
por ejemplo, en la Filarmónica de Berlín o en la Sinfónica de Londres»,
revela Miriam Pastor Burgos, miembro de la Orquesta Real del
Concertgebouw de Ámsterdam desde 2012.
Tiene 28 años y es de Cartagena. Tenaz y luchadora, se ha hecho un
hueco como solista de corno inglés en las filas de la eterna rival de
las Filarmónicas de Berlín y Viena en la disputa por el liderazgo del
top 10 sinfónico mundial. Dicho esto, nadie se plantea en Holanda
apretar las tuercas a la Orquesta Real del Concertgebouw para superar la
calidad de los alemanes. La tradición es la tradición y eso incluye los
derechos laborales. «Por si no bastara, también te digo que tocar el
corno inglés es un chollo». Efectivamente, interviene en muy pocos
conciertos y cobra lo mismo que los demás.
Ha elegido un instrumento muy poco habitual en el repertorio anterior
al Romanticismo. «Ni se nos ve el pelo en las obras de Mozart o la
integral de Beethoven... Y tampoco nos prodigamos en las de Brahms o
Bruckner...», explica la joven murciana, que empezó como oboísta pero no
tardó en descubrir «la magia» del corno inglés de la mano de uno de sus
profesores y mentores, Dominik Wollenweber, virtuoso de la Filarmónica
de Berlín y padre de seis hijos. Un fenómeno. «Un hombre encantador y
genial. No he abandonado el oboe pero el corno inglés me atrapó. Hasta
conocer a Dominik nunca imaginé que pudiera sonar así». Sin agobios ni
presiones ha sabido cambiar de rumbo, con elegancia y una sonrisa. No le
cuesta trabajar en equipo, al contrario.
Consiguió plaza en la Orquesta Real del Concertgebouw al prejubilarse
su antecesora, de 60 años, por una lesión de cadera. «Se la rompió y
quedó bien pero no lo suficiente. En nuestra especialidad no podemos
permitirnos dolencias en el tronco o la cadera. La espalda tiene que
estar fuerte. En mi caso, la máquina de remo y la bicicleta elíptica me
ayudan bastante. Hay que llegar hasta el final de la carrera en buena
forma».
Tiene un sueldo base de 3.400 euros -al que deben sumarse varios
pluses- y la garantía de permanencia por un período de cuatro décadas.
Conclusión: muy bien se podría jubilar a los 65 años en una ciudad donde
tiene un montón de amigos, casa y una calidad de vida envidiable. «No
sé, ya veremos. Mi novio, Javier Azanza, vive en Donosti. Ha conseguido
plaza como timbalista en la Sinfónica de Euskadi y es una locura. En
cuanto puedo, cojo el avión y me planto en dos horas en Bilbao. Y luego,
una horita en autobús».
De un tiempo a esta parte, su vida personal es importante. Ya no está
dispuesta a sacrificar el mes y medio de vacaciones que tiene en
verano. «Es normal que las orquestas locales te inviten y, claro, hace
ilusión actuar en tu tierra. Pero, no, no, ahora les digo que no».
Forjada en la Academia Karajan de Berlín y ferviente admiradora de
Claudio Abbado -«el mejor director que he conocido»-, solo busca seguir
aportando su granito de arena. «Yo crecí en la tradición de las bandas
de pueblo, típicas de Murcia. Siempre quise tocar rodeada de gente».
Ramón Ortega Quero Oboe en la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera
Un bebé llamado Daniel en honor a Barenboim
Su mujer es Tamar Inbar, una prestigiosa oboista de origen israelí.
Se conocieron en la West-Eastern Divan Orchestra, a las órdenes de
Daniel Barenboim, cuando ambos tenían menos de 20 años. «Allí estuvimos
hasta 2008 y fue una experiencia magnífica. Barenboim es una figura
digna de admiración: pianista, director y un ciudadano muy comprometido
políticamente. Su lucha por la concordia entre israelíes y palestinos
siempre le da problemas, pero ahí sigue, fiel a lo que considera justo»,
celebra Ramón Ortega Quero, oboísta principal en la Orquesta Sinfónica
de la Radio de Baviera, con sede en Múnich.
Es granadino pero siempre le ha tirado el mundo germano. De niño ya
fantaseaba con hacerse un hueco en la Filarmónica de Viena y así lo
expresaba en las entrevistas que concedía a la prensa. Con apenas 12
años tocaba en la Joven Orquesta de Andalucía y acariciaba pretensiones
de gran estrella. Por fortuna, no tardó en pasársele la tontería... «En
aquella época no tenía ni idea. ¡Filarmónica de Viena! Un poco difícil,
je, je... Es territorio vetado para nosotros. Ahí se toca el 'oboe
vienés' que tiene unas particularidades (de forma y sonido) distintas al
'oboe francés', el que tocamos en las demás orquestas. Nada, nada, yo
era un crío que hablaba sin saber».
En la actualidad, con 27 años, hace gala de «más aplomo y seguridad
que nunca». A pesar de las pocas horas de sueño. Tiene un bebé de nueve
meses -«con un oído finísimo»- que berrea en cuanto algo le suena mal.
El niño se llama Daniel en honor de Barenboim y está claro que no
tardará en empezar a aprender solfeo. Continuará así la saga, porque ya
los abuelos eran profesores de música. Ahora bien, el talento se disparó
al salir a escena Ramón Ortega. A los 19 años, dejó patidifuso al
jurado del Concurso Internacional de Música ARD, en Múnich. Hacía tiempo
que no escuchaban a Mozart y Richard Strauss «tan limpios de polvo y
paja». Así lo reseñó la crítica especializada en la prensa. Ganó el
primer premio y se le abrieron las puertas de los auditorios de
Alemania.
En 2008, un año después, pasó a formar parte de la Sinfónica de la
Radio de Baviera. «No me importaría jubilarme aquí. Trabajamos para una
empresa pública a la que le va bien. Vivimos con tranquilidad. También
tenemos un sello discográfico propio». Los músicos cobran entre 4.500 y
6.500 euros netos -«yo estoy en un término medio»- y les sobra tiempo
libre. Él ha podido labrarse una prestigiosa carrera en solitario, con
discos premiados en Alemania. El último 'Oboe sonatas' (sello Berlin
Classics), cuenta con la colaboración de su mujer y se puede escuchar en
Spotify. «Es mi favorito. Se acerca más a lo que siento ahora. La vida
es evolución. Hay que crecer en todos los sentidos».
Lander Echevarría Viola en la Orquesta Sinfónica de Londres
Polideportivo de Las Llanas, esa gran sala de conciertos
Lander Echevarría (Portugalete, 37 años) se enamoró de la música
clásica en el polideportivo de Las Llanas de Sestao. Allí aterrizó la
Sinfónica de Euskadi en una de sus frecuentes minigiras por los pueblos.
Corría el mes de junio de 1986 y el pequeño Lander tenía siete años.
Fue de la mano de Ana, su madre, y quedó prendado «de unos 'trozos de
madera' que sonaban de maravilla». Se volvió loco con la música de
Rossini, Beethoven, Roussel y Arámbarri.
«A partir de esa noche tuve clarísimo que yo quería dedicarme a la
música. Y no parar, no parar...». Dicho y hecho. Se matriculó en el
Conservatorio de Bilbao, empezó a estudiar violín y concluyó la carrera
musical con apenas 17 años. Tenía una ilusión que no le cabía en el
pecho, así que se marchó a Oviedo para recibir clases particulares de un
músico de 'Los Virtuosos de Moscú', el famoso grupo de cámara fundado
por Vladimir Spivakov que había echado raíces en Asturias. Todo iba
rodado hasta que recibió el golpe más duro de su vida: la muerte de su
madre.
«Me dio tiempo a tranquilizarla. Era una enamorada de la música
clásica pero le daba miedo mi futuro». Incluso en esos momentos solo le
importaba el porvenir de su hijo, que no tardaría en viajar a Londres y
Ámsterdam -«sin saber inglés y con lo puesto»- para perfeccionarse y
terminar apostando por la viola. «Es un instrumento que actúa de apoyo
para los violines y chelos. Tiene un papel imprescindible pero no
protagonista. Eso me gusta». Fogueado en el Cuarteto Quiroga -que fundó
con un grupo de amigos-, lleva siete años como viola en la Sinfónica de
Londres, la mejor de Reino Unido. «Es privada y todos somos autónomos.
Tanto tocas, tanto ganas. Si trabajas el máximo posible, percibes unos
4.000 euros netos al mes. Además, tenemos pluses importantes, como
cuando grabamos bandas sonoras. También son muy gratificantes -a nivel
humano- los programas para niños con discapacidades o en riesgo de
exclusión. Las ayudas del Gobierno van encaminadas a ese tipo de
actividades».
Lander disfruta del momento y la música. No hay tiempo para más.
«Metemos horas y horas. Hay que ser rentables y llenar auditorios. En el
último mes, hemos pasado por Rumanía, Japón, Francia, Luxemburgo,
Austria... Nos hemos pegado tres semanas trabajando sin parar. Ni un
solo día libre».
- ¿Qué estáis preparando ahora?
- Pues, mira, la semana que viene tocamos en Nueva York donde daremos
el último concierto con Valery Gergiev como titular de la orquesta.
- ¿Y? Es un hombre muy intenso...
- Aaaah, si le vieras cómo dirige ahora. Está en 'modo Gergiev al
cubo'. Cada noche, es como si fuera a tirarse de un piso más alto
haciendo una triple voltereta mortal. ¡Tremendo! Y nosotros, teniendo
que cogerlo al vuelo. Tocamos con los ojos más abiertos que un búho y
somos todo oídos. Una maravilla.
Pero no todo es coser y cantar. Tiene que pagar un peaje muy elevado
para seguir en la brecha. Rompió con su novio alemán, que es arquitecto y
ahora vive en Berlín. «Es imposible abarcarlo todo. También tuve pareja
en Bilbao y era una locura. No me daba la vida. Las relaciones
personales se resienten, no lo voy a negar. Aunque tengo una colega en
la orquesta que tiene marido y cinco hijos... No sé cómo lo hace».
Pascual Martínez Forteza Clarinete en la Filarmónica de Nueva York
De los infantiles del Real Club Mallorca al barrio de Harlem
No le dolían los balonazos en la boca ni los pisotones en las manos.
Apenas dio un respingo al pegarse un tajo en la lengua -«sangraba
mucho»- con los dientes. Tenía 13 años y era un tipo duro. Jugaba de
portero en los infantiles del Real Mallorca y, por supuesto, también
estudiaba música. Hijo y nieto de clarinetistas -que se llamaban Pascual
Martínez-, no le suponía ningún trauma seguir con la tradición
familiar: «Yo estaba encantado con mi nombre y me atraía mucho la
música». Tanto o más que el fútbol.
Al final, terminó ganando la partida el conservatorio. «Hago poco
deporte, la verdad. Me limito a la natación para ponerme en forma»,
advierte Pascual Martínez Forteza en conversación telefónica desde Nueva
York, tras dejar a las niñas en el colegio. Tiene 43 años y lleva
quince en la Filarmónica de Nueva York en la categoría de segundo
clarinetista. Es el primer y único español con plaza en una orquesta
fundada en 1842 -como la Filarmónica de Viena- que ha visto desfilar a
mitos de la batuta: Mahler, Toscanini, Bernstein... «Ni se me pasa por
la cabeza volver a España. Y menos ahora, cuando la lejanía se hace tan
llevadera. ¡Yo hablo y veo a mi madre todos los días gracias a Skype!».
Vive en el barrio de Harlem, con su mujer, la pianista Gema Nieto,
dos crías y el pequeño Hugo. «Mi mujer no quería que le pusiéramos
Pascual, je, je». Una vez más, disfruta rompiendo esquemas. Se deja
llevar a donde le dicta el instinto, por eso a mediados de la década de
los 90 se marchó a la Universidad del Sur de California tras los pasos
del profesor de violín Yehuda Gilad. Tenía plaza en la Sinfónica de
Baleares pero necesitaba aires nuevos. «Quería salir, no me importaba
dónde. Pedí un par de años de excedencia y, luego, una cosa llevó a la
otra... Conseguí plaza en la Sinfónica de Cincinnati y, al cabo de tres
años, postulé a la Filarmónica de Nueva York».
Su orquesta es privada, como la London Symphony Orchestra, y también
les aprieta las tuercas. «Nosotros tocamos el mismo concierto cuatro
veces a la semana, mientras que en la Filarmónica Berlín lo hacen en
tres ocasiones. Y aparte, tenemos funciones para niños, conciertos de
cámara y... lo que se tercie».
- ¿Cuánto cobras?
- Me ingresan 3.000 dólares a la semana, o sea, 12.000 al mes.
- Vaaaaaya.
- Ya, ya, pero Nueva York es carísimo. El alquiler en Harlem me
cuesta 4.000 al mes. Y los colegios de las niñas, 2.000 por cabeza.
Menos mal que doy clases en la Universidad de Nueva York para redondear.
Pero feliz, eh. Esto es un sueño hecho realidad.