Originario de Nueva York, Jhon Corigliano se ha convertido
en uno de los más sólidos y reconocidos compositores. A lo largo de su carrera ha recibido
numerosas becas, premios y reconocimientos, y su música es constantemente
interpretada por las orquestas y conjuntos de EEUU y otros paises. Entre sus
obras más importantes se encuentra por ejemplo su primera sinfonía (1990)
escrita como una respuesta creativa a la crisis mundial del SIDA, su ópera los
Fantasmas de Versalles, (1991) y su cuarteto de cuerdas
(1995) compuesto para el concierto de despedida del cuarteto
Cleveland. Además de su amplia producción
de música de concierto, Corigliano ha escrito algunas importantes
partituras cinematográficas para películas como, Estados alterados,
Revolución y el Violín rojo. Las grabaciones de algunas de sus obras han
recibido el codiciado premio Grammy.
En 1991, John Corigliano es invitado a formar parte del profesorado de la Escuela Juilliard de Nueva York.
La audición del Concierto para clarinete de Corigliano permite descubrir una obra extensa, compleja, de grandes contrastes dinámicos y expresivos. Si la parte solista es de cualidades virtuosísticas, así como de gran energía y movilidad, la parte orquestal no lo es menos. En el primer movimiento hay un par de extensos episodios para el clarinete solo, a la manera de improvisaciones. En momentos diversos, el solista dialoga con un violín y con la sección de percusiones. Los glissandi propuestos para el clarinete dan como resultado interesantes momentos microinterválicos. Hacia el final del movimiento, el tratamiento coral de los metales y las maderas recuerda un poco el estilo de Edgard Varese (1883-1965). En el segundo movimiento, las cuerdas proveen una base austera, fría y lejana para el desenvolvimiento del clarinete solista. De nuevo, hay un importante diálogo del solista con el violín, y hay momentos en que la sombra de la música de Dmitri Shostakovich (1906-1975) parece hacerse presente. El movimiento final inicia en un ambiente misterioso y tenso que se transforma en un discurso de gran poder sonoro. Aquí, el acompañamiento orquestal es particularmente rico en acentos rítmicos. Viene un episodio de engañosa calma que conduce a un final áspero, rudo y de gran complejidad. Como complemento de estas impresiones inmediatas surgidas de la audición de la obra, bien vale la pena citar aquí un texto escrito por el propio Corigliano respecto a su Concierto para clarinete:
“Una partitura debe ser equilibrada. Yo me aseguro de que las mías tengan partes ligeras y partes más serias. En el Concierto para clarinete, pienso en los dos primeros movimientos como piezas terriblemente serias, mientras que el movimiento final es una especie de festival para todos los ejecutantes. El primer movimiento de hecho comprende dos cadenzas separadas por un interludio. Comienza directamente con la primera cadenza, subtitulada Fuego fatuo. Como esa parpadeante luz fosforescente, esta cadenza es audiblemente casi invisible. El interludio comienza con un tuttiorquestal; entra el clarinete y poco después comienza a conducir a la orquesta, incitándola a un tempo febril. La segunda cadenza, titulada Corona solar, es presentada por explosiones de la percusión. Aquí, el material de la primera cadenza es transformado en brillantes pulsos de energía y crece hasta un clímax que anuncia la entrada de toda la orquesta. El movimiento lento fue escrito a la memoria de mi padre. Él había sido concertino de la Filarmónica de Nueva York durante 23 años, así que la idea de un extenso diálogo entre el clarinete y el violín me pareció no solo natural sino inevitable. El sentimiento que predomina es el de la desolación. El final se compone básicamente de dos secciones. La primera utiliza llamadas alternas sobre el escenario, así como movimiento a través del escenario. La segunda involucra a un grupo de ejecutantes (cinco cornos, dos trompetas, dos clarinetes) situados alrededor de la sala. El movimiento comienza con una pulsación rítmica irregular y el primer material melódico es una cita de la Sonata pian e forte de Giovanni Gabrieli, escrita en 1597. Entra el clarinete, presentando el ritmo de toccata. El concierto termina en una extensa coda con una reexposición en fortissimo del tema de Gabrieli y un final antifonal.”
John Corigliano compuso su Concierto para clarinete en 1977, por encargo de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. El estreno de la obra se realizó el 6 de diciembre de ese año con la Filarmónica de Nueva York dirigida por Leonard Bernstein, llevando como solista a Stanley Drucker, quien en ese entonces era el primer clarinete de la orquesta. Para el mismo conjunto sinfónico, Corigliano ha escrito también su obra Fantasía sobre un ostinato.
La audición del Concierto para clarinete de Corigliano permite descubrir una obra extensa, compleja, de grandes contrastes dinámicos y expresivos. Si la parte solista es de cualidades virtuosísticas, así como de gran energía y movilidad, la parte orquestal no lo es menos. En el primer movimiento hay un par de extensos episodios para el clarinete solo, a la manera de improvisaciones. En momentos diversos, el solista dialoga con un violín y con la sección de percusiones. Los glissandi propuestos para el clarinete dan como resultado interesantes momentos microinterválicos. Hacia el final del movimiento, el tratamiento coral de los metales y las maderas recuerda un poco el estilo de Edgard Varese (1883-1965). En el segundo movimiento, las cuerdas proveen una base austera, fría y lejana para el desenvolvimiento del clarinete solista. De nuevo, hay un importante diálogo del solista con el violín, y hay momentos en que la sombra de la música de Dmitri Shostakovich (1906-1975) parece hacerse presente. El movimiento final inicia en un ambiente misterioso y tenso que se transforma en un discurso de gran poder sonoro. Aquí, el acompañamiento orquestal es particularmente rico en acentos rítmicos. Viene un episodio de engañosa calma que conduce a un final áspero, rudo y de gran complejidad. Como complemento de estas impresiones inmediatas surgidas de la audición de la obra, bien vale la pena citar aquí un texto escrito por el propio Corigliano respecto a su Concierto para clarinete:
“Una partitura debe ser equilibrada. Yo me aseguro de que las mías tengan partes ligeras y partes más serias. En el Concierto para clarinete, pienso en los dos primeros movimientos como piezas terriblemente serias, mientras que el movimiento final es una especie de festival para todos los ejecutantes. El primer movimiento de hecho comprende dos cadenzas separadas por un interludio. Comienza directamente con la primera cadenza, subtitulada Fuego fatuo. Como esa parpadeante luz fosforescente, esta cadenza es audiblemente casi invisible. El interludio comienza con un tuttiorquestal; entra el clarinete y poco después comienza a conducir a la orquesta, incitándola a un tempo febril. La segunda cadenza, titulada Corona solar, es presentada por explosiones de la percusión. Aquí, el material de la primera cadenza es transformado en brillantes pulsos de energía y crece hasta un clímax que anuncia la entrada de toda la orquesta. El movimiento lento fue escrito a la memoria de mi padre. Él había sido concertino de la Filarmónica de Nueva York durante 23 años, así que la idea de un extenso diálogo entre el clarinete y el violín me pareció no solo natural sino inevitable. El sentimiento que predomina es el de la desolación. El final se compone básicamente de dos secciones. La primera utiliza llamadas alternas sobre el escenario, así como movimiento a través del escenario. La segunda involucra a un grupo de ejecutantes (cinco cornos, dos trompetas, dos clarinetes) situados alrededor de la sala. El movimiento comienza con una pulsación rítmica irregular y el primer material melódico es una cita de la Sonata pian e forte de Giovanni Gabrieli, escrita en 1597. Entra el clarinete, presentando el ritmo de toccata. El concierto termina en una extensa coda con una reexposición en fortissimo del tema de Gabrieli y un final antifonal.”
John Corigliano compuso su Concierto para clarinete en 1977, por encargo de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. El estreno de la obra se realizó el 6 de diciembre de ese año con la Filarmónica de Nueva York dirigida por Leonard Bernstein, llevando como solista a Stanley Drucker, quien en ese entonces era el primer clarinete de la orquesta. Para el mismo conjunto sinfónico, Corigliano ha escrito también su obra Fantasía sobre un ostinato.
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